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Abandonada y Embarazada [#1 Trilogía Bebés] romance Capítulo 2

Mi vida como mamá era hermosa, pero también complicada. Se me hacía difícil organizarme para llevar todo bien, pero sabía que sólo sería cuestión de acostumbrarme a mi nueva vida, para volver a organizar todo como antes. El último mes y medio había estado cargado de nuevas experiencias, de nuevas vivencias y sobre todo, de muchas emociones y sensaciones.

Suspiré al ver a mi bebé dormido y sonreí con ternura porque tan solo unas horas atrás, habíamos ido a su segunda cita de control de crecimiento y desarrollo y el pediatra nos había felicitado por tener un bebé sano y fuerte y me sentía sumamente feliz y agradecida que así fuera, además, ya había empezado a acostumbrarse poco a poco a las rutinas de baño, comida, descanso y recreación.

Me senté en la sala con un libro entre las manos, quería relajarme escuchando el sonido del mar, así que abrí la ventana cercana al sillón y suspiré al sentir el cálido aire colarse de inmediato, admiré unos minutos la inmensa playa y luego me enfrasqué en la lectura romántica del libro que Alex me había regalado hacía solo unos días.

Estaba sumida en la historia que ni siquiera me di cuenta cuando caí en un profundo sueño donde los protagonistas éramos Alex y yo y el malvado brujo quería separarnos. Un sonido en la puerta me hizo sobresaltar y abrí mis ojos a la velocidad de la luz. Fue entonces que comprendí que me había quedado dormida, el cansancio me había vencido, pero mi novio ese día estaba en casa y se había ocupado del pequeño. Cosa que hacía cada vez que podía, para regalarme momentos de descanso y tranquilidad.

—Voy —anuncié con pesadez mientras frotaba mis ojos y bostezaba del cansancio.

Me acerqué a la puerta y tomé el pestillo para abrirla. Seguramente Mell ya había despertado de su siesta de la tarde y quería ver a su príncipe consentido o llevarlo a la playa para que tomara un poco el sol.

Abrí la puerta y sonreí al confirmar mi sospecha, pero mi sonrisa se borró al instante al notar la palidez en el rostro de mi amiga y su mirada aterrada y llena de pánico.

—James... —murmuró, frente a la puerta con su hermosa silueta de embarazada.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo al escuchar ese nombre y mi corazón dio un vuelco. Mis facciones se tensaron y el augurio que me empezaba a invadir hacía que mis piernas temblaran. Hacía varios meses no escuchaba ese nombre y volver a oírlo solo significaba una desgracia.

—Lo soltaron… ya sabes cómo es Fernanda. No pudo dejar a su bebé encarcelado, así que, vendió lo que quedaba de su casa para pagar la fianza —soltó Mell con rapidez y rodó los ojos—. Creí que ese maldito infeliz estaría más tiempo tras las rejas, pero su asquerosa madre le salvó la vida.

Cada palabra pronunciada por Mell hacía que mi mente se hundiera más en un pozo oscuro. Sabía que esa tranquilidad en mi vida no demoraría tanto. Sabía que tarde o temprano perdería mi estabilidad emocional. Sabía que mientras James siguiera existiendo, yo jamás sería completamente segura de mi seguridad.

Me dejé caer con fuerza en el sillón de la sala. Cerré mis ojos y vi pasar mi vida entre las manos de James. Sentía como el miedo volvía a comer mis huesos y el temor acechaba mi mente. Principalmente porque ya mi hijo había nacido, mi bebé era mi punto débil y James lo sabía.

—Tranquilízate, Bella —se apresuró Mell y con algo de dificultad por su enorme panza de cinco meses se sentó a mi lado—. Sé que tienes miedo y yo también lo tenía, pero creo que no hay de qué preocuparse…—Abrí mi boca y la miré atónita porque no podía creer cómo me pedía que me calmara sabiendo que ese tipo había estado a punto de secuestrarme—. Ya sé, parece absurdo lo que te estoy diciendo, pero, aunque nos cueste creer… James tiene novia y se va a casar.

Mis ojos se abrieron como por inercia y estuve a punto de soltar una carcajada, pero me contuve porque quería saber más del chisme.

—La conoció mientras estaba en la cárcel y la boda es dentro de un mes, al parecer está tan enamorado que dicen que renunció a su curso para ser sacerdote y…

—Espera… ¿qué? —interrogué cada vez más atónita por el exceso de información que Mell dejaba salir.

—Como lo escuchaste, amiga. Creo que ese maldito además de ser una gran basura, también está loco… en fin, lo importante es que te olvidó, tiene una nueva vida y no creo que vuelva a molestarte más —repuso con seriedad—. Y si lo hace, estoy segura que Alex lo matará esta vez.

Mi boca estaba seca y mi corazón palpitaba rápido. Me aliviaba saber que había encontrado una nueva vida porque ya no sería yo la víctima de sus perversidades, pero en mi interior un nudo se había formado desde que supe que estaba libre, porque aún no había superado el miedo que sentí cuando intentó secuestrarme y atentar contra mi libertad y la de mi bebé.

—Hola, vecina —saludó mi novio con alegría saliendo de la habitación con nuestro bebé en brazos—. ¿Qué tal estás hoy? ¿Cómo está Lucía?

—Hola, Alex… pues, hoy se le antojó una hamburguesa con carne y queso extra —respondió Mell esbozando una sonrisa y al ver a mi bebé se levantó para abrazarlo y llenarlo de besos como hacía cada vez que lo tenía cerca.

—¿Segura que fue a Lucía? —bromeó Alex, divertido, viendo cómo Mell rodaba los ojos al escuchar su comentario.

Mi novio rio y al notar mi silencio se acercó hasta mí y dio un beso suave en mi hombro luego de sentarse a mi lado.

—¿Qué sucede, princesa? ¿Pasa algo? ¿Qué sucede? —cuestionó de inmediato y tomó mi mentón entre su mano para luego ahogar un grito de espanto al ver mi expresión aterrorizada.

Suspiré y sentí un gran vacío abrirse en mi estómago. Froté mis ojos con fuerza y tomé una bocanada de aire antes de responder:

—James está libre… salió de la cárcel y… yo tengo mucho miedo, Alex…

Mi novio tragó saliva con rudeza al escuchar mis palabras y una mezcla de rabia se apoderó de su mirada, resopló y rodó los ojos, me tomó de la mano y me abrazó con fuerza transmitiéndome seguridad y sosiego. Dejó un beso en mi cabeza y tomó mi mano, luego me miró y con voz tierna susurró:

—No temas, mi princesa… no estás sola. Los cuidaré, los protegeré y velaré por sus vidas. Son mi tesoro más preciado y no permitiré que ese idiota les haga daño, ni ahora ni nunca, Bella. —Limpió con suavidad las lágrimas que comenzaban a brotar de mis ojos porque el miedo me estaba haciendo sentir débil otra vez.

. —Pero… ¿y si intenta quitarnos a nuestro peque…?

—Ni que lo intente —interrumpió mi novio con voz firme y tajante—. Además, bajo la ley soy el papá de Alex; tiene mi apellido y él no puede hacer nada en cuanto a eso. Y no puede acercarse a ti, tiene una orden de alejamiento que se lo impide.

—Alex tiene razón, Bella. Según escuché, su libertad es condicional, lo dejaron salir porque Fernanda pagó la fianza, pero si el imbécil ese hace algo que ponga en riesgo su libertad, será el fin de sus buenos días —intervino Mell acunando a mi bebé en sus brazos.

—Los cuidaré siempre, princesa. Ese idiota no puede contra el poder de este amor que nos une —repitió mi novio con firmeza y volvió a abrazarme fuertemente a la vez que dejaba besos intermitentes por mi cabeza.

—¿Vieron eso? —exclamó Mell emocionada haciéndonos sobresaltar—. ¡Se rio, se rio con la tía Mell!

Mi novio y yo sonreímos. Mell amaba a nuestro hijo y él a ella. Desde siempre lo amó y ahora él le respondía de la misma forma. El amor que se da, siempre regresa.

Alex tomó mi mano entre las suyas y la apretó, luego besó mis labios y me acurruqué en su pecho, escuchando los latidos de su corazón y sintiendo el calor de sus brazos que me prometían protección y amparo para siempre.

*******

Los días siguientes fueron bonitos y agotadores a la vez. Mi pequeño bebé volvió repentinamente a las alteraciones en sus ciclos del sueño y el cansancio regresó a mi cuerpo. No obstante, intentaba disfrutar cada instante junto a mi pequeña familia y eso me hacía olvidar el temor, porque cada vez que estábamos juntos sentía la seguridad de que nuestro amor era inquebrantable.

Un amigo de mi novio cuidaba la entrada del edificio mientras él trabajaba en el banco. No me sentía segura con el loco cobarde de mi ex suelto. Javi ahora trabajaba en el banco también, Alex le había conseguido una plaza para el área contable, que era en la que se especializaba y ambos además de ser amigos y vecinos, también eran compañeros de trabajo.

Era la tarde calurosa de un viernes de verano, de esas en las que el sol te recuerda lo caliente que puede ser, estábamos entrando a la estación lluviosa y el verano se despedía con todo su poder, regalándonos días de hasta treinta y cinco grados, que nos hacía sentir en medio del desierto, cuando solo estábamos en medio de la playa.

—Necesito un descanso —resoplé mientras me dejaba caer en el sillón y frotaba mis ojos con fuerza—, y urgente.

—Te sienta bien lo de ser mami —apuntó Mell, levantando la mirada de su revista de farándula para darme un vistazo.

Negué con mi cabeza por séptima vez y lancé una mirada reprobatoria.

—No y no mi amor —sentencié con todo el dolor de mi alma—. No puedes.

—Pero... —rezongó triste.

—Pero nada, mi amor. Estás muy cansado, hasta los ojos se te cierran solos. —Acaricié su rostro con lentitud y él cerró los ojos—. Alex puede quedarse conmigo, tienes que descansar, cariño.

—Está bien, mi princesa —cedió, emitiendo un bostezo largo—, pero si necesitas algo me llamas, por favor. Sé que también estás cansada y he querido ayudarte un poco, pero el trabajo no me lo permite, así que prométeme que, si te sientes muy cansada o si necesitas algo, no dudarás en avisarme…

Asentí con una sonrisa y lo miré con fijeza antes de darle un beso en la comisura de sus labios. Amaba a ese hombre.

—Lo prometo, ahora ve a descansar, cielo…

—Los amo, mis amores —murmuró soñoliento, dio un beso tierno en la pequeña cabecita de nuestro hijo y luego uno suave en mi boca—. Buenas noches —agregó dulcemente y acomodándose en las sábanas antes de quedarse dormido como una roca, o al menos eso pareció.

Lo miré con expresión tierna antes de apagar la lámpara de su lado. Tomé al pequeño entre mis brazos y lo acuné. Amaba sentir esa cálida sensación en mi pecho, ese calorcito de su cuerpo que me transportaba a otro mundo. Acaricié su mejilla sonrosada, sus ojitos bailaban al compás de mis movimientos. Tenía mis ojos y yo tenía los suyos, complemento eterno y perfecto que me hacían sentir orgullosa de haber proveído la chispa de su vida, el destello de su existencia y el aire de su respirar.

Sus balbuceos eran los sonidos más hermosos que habían acariciado mis oídos y sus miradas las más bellas que me habían regalado, sus sonrisas las más bonitas y su presencia la más ansiada.

Amaba a mis dos Alex, a mi hijo, que acortaba mis noches, pero alargaba mi vida, que acortaba mi dinero, pero alargaba mi felicidad, que acortaba mi descanso, pero alargaba mis momentos gratos. Y así, podía seguir eternamente enumerando la dicha de ser madre, porque tener entre mis brazos un pedacito de mi corazón, era lo mejor y más lindo que podía haberme pasado. No me arrepentía, mi pequeño hijo me enseñaba y me enseñaría todo lo que necesitaba aprender para conocer la plenitud de la vida y de los milagros, de la fuerza de un amor inquebrantable.

Mi novio adorado, que había dado todo por nosotros, que demostraba cada día con su enorme valentía el amor que nos tenía, demostrando al mundo que para ser papá no se necesita procrear, sólo se necesita un corazón lleno de amor y dispuesto a compartirlo. Solo se necesita valentía y ternura, sólo se necesita compasión y humildad. Dios puso una pizca de amor en su corazón y él lo engrandeció con su bondad, bendiciéndonos a mi pequeño hijo y a mí. Éramos, somos y quizás seríamos bendecidos con su enorme corazón. Lo amaba con locura y amaba cada milímetro de sus dulces y genuinos sentimientos, que me hacía recordar que no todos los hombres eran malos ni que todos eran iguales, siempre hay uno que marca la diferencia y en mi mundo ese era mi niño de los ojos bonitos, porque padre es cualquiera, pero un verdadero papá no tiene valor calculable, la sangre no importa. Importa el amor.

No supe cuánto tiempo pasó, solo sé que fueron horas mientras me seguía perdiendo en el hermoso paisaje que admiraban mis ojos, en la dulzura de mis pensamientos y en la oleada de emociones que me provocaba tener a mi bebé entre mis brazos, mientras ambos contemplábamos una noche estrellada en el mar.

—Te amamos, príncipe. —Besé su manito y terminó de cerrar sus ojitos hasta caer en la profundidad del sueño. Sonreí y negué con la cabeza, tal vez había encontrado la fórmula para dormirlo, después de varias noches de desvelo, al fin había conseguido dormirlo antes de amanecer; desde ese momento empezaría a dormirlo más seguido en el balcón, donde se unía el mar con el cielo.

Sentí unas manos en mi cintura y supe que era Alex que se había despertado cuando su respiración cálida se perpetuó en mi cuello y el olor de su perfume me hizo suspirar. Interminables sensaciones recorrieron mi cuerpo al sentir el roce de su piel y cerré los ojos para disfrutar lo que provocaba en mi con solo tocarme.

—Qué hermoso firmamento —susurró en mi oído con voz ronca.

Asentí con las lágrimas rodando por mis mejillas y mi corazón palpitando con velocidad impulsado por el amor. Me rodeó con sus brazos y besó mi cabeza con suavidad, para luego mirar hacia el cielo estrellado y sonreí al ver cómo una estrella fugaz pasaba en el horizonte, ya había comenzado la lluvia de estrellas de fin de verano.

—Pero, en sus brazos mi cielo encontré —agregó en un murmullo y puso su mano bajo la mía para sostener a nuestro bebé, mientras yo sonreía y las lágrimas rodaban por mis mejillas, agradeciéndole a Dios, a la vida y al destino por ser tan buenos conmigo y regalarme lo más bonito.

Las estrellas danzando en una lluvia de destellos en el cielo oscuro, el sonido de las olas del mar y el viento suave y cálido esa noche envolvían a una familia, una donde el amor traspasaba con fuerza las barreras del destino. Mi familia.

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