En el aeropuerto.
Cuando aterrizó el avión, llegaron los dos hombres que eran muy guapos, altos y erguidos. No eran ninguna estrella, pero a donde fueran, podían atraer la atención de innumerables miradas.
-Joaquín, ya te dije que tomáramos el pasaje especial.-
Lázaro estaba impotente. Acababan de resolver el problema de un espía comercial en el País Y, así que el Grupo García y el Grupo Martín lograron sus objetivos como querían.
Sin embargo, antes de que pudiera recuperar el aliento, el cabrón de Joaquín reservó los billetes para volar de regreso.
Él estaba exhausto, pero miró al otro... Ese estaba más que enérgico.
Se moría de frustración por ese contraste de ambos.
-Oye, ve más lento.-
Lázaro realmente estaba cansado, pero la buena educación y los buenos hábitos que había aprendido desde pequeño le obligaba a mantener una apariencia elegante y una figura magnífica en público, aunque estaba muy cansado.
Pero todo eso, comparado con Joaquín que andaba por delante, no era nada.
Lázaro no entendía esa diferencia entre ellos. Porque los dos eran humanos con una nariz, dos ojos y una boca, nadie tenía ninguna parte más que el otro. Además, en las últimas diez horas, los dos casi habían comido y dormido juntos, en verdad habían hecho las mismas cosas, y ninguno había descansado más que el otro.
Lo que más irritó a Lázaro fue la atención de la gente que lo rodeaba... Obviamente podía haber tomado el pasaje especial, pero Joaquín insistió en que no.
-Si te pones más pesado, regresa tomando un taxi.-
Lázaro se quedó pasmado por un momento, y luego reaccionó, -Joaquín, ¿no sientes culpa en tu conciencia?-
El auto negro de negocios, que ya esperaba afuera, recogió a los dos hombres.
-Denis...- Lázaro vaciló un buen rato, pero cuando el auto entraba en el camino que tenía que pasar para llegar a la Mansión García, mencionó a la persona que Joaquín no estaba dispuesto a mencionar en ese momento, -¿Vas a...?-
-Ella es mi esposa. Tendremos hijos.-
Lázaro se quedó impactado.
Volvió la cabeza para mirar el perfil frío del hombre a su lado, y de repente una sensación ridícula se apoderó de su interior... Sintió que el hombre frente a él estaba más loco todavía, porque después de sufrir la angustia, optó por esconder un lado de sí mismo.
Eso era lo mismo que huir de la realidad.
¡Pero era Joaquín, ese era Joaquín!
¿Joaquín estaba huyendo de la realidad?
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