-Tu padre tiene un hijo ilegítimo desde hace mucho tiempo.-
Denis se quedó atónita, realmente esta vez se quedó estupefacta.
Ella miró a la señora Yanet... ¡Esta familia! ¡Esta familia realmente era insoportable!
Denis ya no consideraba ella misma como miembro de la familia de Alonso, ni llevaba el apellido Alonso, ¿no era así?
-Denis, ¡Por favor! ¡Te lo suplico!- la señora Yanet se rompió a llorar.
A Denis le hizo mucha gracia y ella empezó a reírse, cuando estaba riéndose, le cayeron las lágrimas.
-¿Denis?- su madre parpadeó, incapaz de entender a la hija que estaba riendo y llorando a la vez en ese momento, -Tú ...-
Frente a la señora Yanet, Denis reía cada vez más fuerte, al final de la risa, le salieron las lágrimas sin cesar. Ella se agachó en el suelo, con una mano sostenía la barriga y le agitaba su otra mano a la señora Yanet, le dijo, -Hoy la señora Yanet me ha hecho reír mucho.-
Los ojos de la señora Yanet de repente se agradaron y sus ojos delicados se llenaron de incredulidad.
Ella, ella, ella ... -Denis, ¡cómo te has cambiado tanto!- la señora Yanet miró tristemente a su hija que reía a su frente, -¿Cómo puedes tomar la tragedia de nuestra familia como una broma?-
Denis no pudo contener más la risa, pero ¿por qué ella tampoco podía detener estas malditas lágrimas?
A Joaquín se le partió el corazón, la señora Yanet la estaba viendo a Denis reír, pero él estaba viendo que la mujer se vio obligada a estar delante de todos, dejando al descubierto las heridas ensangrentadas que habían sido desgarradas.
La señora Yanet la había dañado por completo, pero la mujer solo podía estar obligada a usar la risa para cubrir sus heridas que llevaba dentro.
En un instante, Joaquín se arrepintió y se sintió la culpa de todo... La señora Yanet solo la había dañado por completo, pero él fue el culpable que la había echado al infierno.
Por un momento, quiso dejarla en paz.
Pero... de repente, extendió los abrazos, cogió a la persona agachada en el suelo y la abrazó con fuerza, -Lo siento, Denis, Denis, lo siento,- lo repitió una y otra vez. La mujer en sus brazos escuchaba sus disculpas, pero era difícil que la raya de sol entrase de nuevo en su corazón y volviera a sentirse el calor.
Denis extendió la mano e intentó empujarlo, pero sus brazos eran muy estrechos que la abrazaban fuertemente y ella no podía apartarse de él, y el hombre le dijo a su oído, -Lo siento, Denis, Denis, lo siento, lo siento, lo siento.- los ojos del hombre se pusieron rojos. Él podía decir diez mil veces “lo siento”, podía perder la vida, pero no podía vivir sin Denis, -Lo siento, nunca te dejaré ir. Lo siento, no puedo perderte.-
La mujer en sus brazos se quedó atónita por un momento, su cuerpo se puso rígido y sus labios empezaron a temblar inconscientemente, -Joaquín, señor Joaquín.- cerró los ojos, -No quiero que me digas “lo siento”, por favor, déjeme ir.-
Denis se llenó del agotamiento interminable.
La señora Yanet miraba con asombro al hombre y la mujer abrazados que tenía enfrente, quería agarrar a la mujer y seguir pidiéndole que salvara a su hijo, pero el hombre y la mujer estaban enredados juntos, lo estaba contemplando, pero ella no encontraba un hueco para intervenir.
Mario, con los brazos cruzados, miraba todo con indiferencia.
La exaltación de esa mujer, el colapso de esa mujer, la desesperación de esa mujer... ¡Él no podía hacer nada!
Sus ojos se posaron en el rostro que se parecía mucho al de él, y le tenía mucha envidia a Joaquín.
¿Por qué era Joaquín?
¿Por qué debía ser él?
¿Por qué no podría ser Mario?
Estaba mirando y pensando en silencio... Bueno, si no podía conseguir el amor de esa mujer, entonces se quedaría con su odio.
Echó otra mirada profunda a la pareja que tenía el amor y el odio entrelazados y que los otros no podían intervenir en ellos. Sus ojos se llenaron de la oscuridad que provenía de las profundidades del infierno.
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