Había un rastro de humedad en las mejillas de Denis, era el sudor frío que había caído de la frente del hombre que tenía delante.
Con ganas de llorar, lo empujó con fuerza. La persona que tenía delante se tambaleó unos pasos cuando ella empujó, -Denisita, no...-
-No pasa nada.- agarró con firmeza el brazo que el hombre había extendido para abrazarla de nuevo. Cuando el grandullón la vio, sonrió aterradoramente.
-Justo me estoy preocupando porque no llego a golpearte. Qué sensata eres. Venga, sé obediente.-
Por el rabillo del ojo, vislumbró el bate de béisbol que el gordo había dejado caer al suelo. Se puso en cuclillas para recogerlo y empezó a golpear el oponente sin apuntar.
Era muy torpe en atacar y se podía notar que no tenía ninguna táctica. Además, ella tampoco sabía si sus golpes habían dado con alguien, pero en ese momento, tenía muchas ganas de sobrevivir y resistirse.
-¡Largaros!-
-¡Que os larguéis de aquí!-
-¡No vengáis aquí de nuevo!-
-¡He dicho que os larguéis! ¡¿No me habéis oído?!-
Agitaba locamente el bate de béisbol contra todo su alrededor.
No paraba de gritar desgarradoramente “Largaros”.
Se olvidó de cuánto tiempo llevaba sin haber resistido tan feroz y directamente.
Ese año, cuando acabó de entrar en esa prisión extraña, frente a la opresión, había luchado y resistido ferozmente.
Se había olvidado de la fecha específica, se había olvidado desde cuándo y en qué día empezó a quedarse en silencio, a dejar de resistir y a vivir como un cuerpo sin alma.
Pero hoy, parecía que había vuelto a ser la Denis que luchaba sin retroceder contra las injusticias.
Le temblaban las manos, pero apretó con fuerza el bate de béisbol para golpear de manera arbitraria las sombras negras que intentaban rodearla. Algunos golpes fallaron, otros dieron contra algo, pero no pudo identificar si les había golpeado a los gánsteres.
Sin embargo, en ese momento, cada palo que lanzaba la hacía respirar complacidamente.
Se sintió complacida, pensó que tantos palos que había lanzado de cualquier forma podían hacer daño a esos gánsteres.
El gánster líder reaccionó rápidamente. Había recibido un palo, y estaba muy airado. Cuando se recuperó maldijo “Joder”, se arremangó y estaba a punto de ir hacia adelante. Pero en cuanto levantó la cabeza, vio una escena de alguien golpeando con el bate arbitrariamente.
Esa mujer parecía una loca que daba palos a voleo. Era obvio que esa pequeña fuerza que tenía no podía hacer mucho daño a esos hombres. Pero la mujer no miraba nada, ni la dirección, ni la gente que quería apuntar, solo se limitaba a dar palos hacia su alrededor y el alrededor de ese hombre.
Aunque su forma de golpear sin mirar no hizo nada a esos gánsteres, realmente no se atrevieron a acercarse por miedo a sus golpes a ciegas.
El gánster líder escupió en el suelo con fiereza, luego con una mirada fulminante y con crueldad levantó el bate de béisbol que tenía en la mano.
-¿A quién cree que puede asustar? Grandullón, cada uno nos ocupamos de uno.-
Cuando el gordo finalmente reaccionó, corrió y le arrebató el palo de la mano a Denis, claro que también sufrió varios golpes.
Tan pronto como le arrebató el bate de béisbol, el gánster líder de inmediato dio un palo realmente cruel, además específicamente lo dio contra el hombro de Denis.
El asunto casi había terminado, pero de pronto una persona salió corriendo desde la esquina, y torpemente lo sujetó por la cintura, -Denisita, corre.-
La fuerza de Joaquín no era normal en ese momento, y el líder gánster fue abrazado por la cintura con mucha fuerza, sin poder moverse.
-¡Denisita, corre!-
Denis estaba atónita, se quedó quieta en el lugar y estupefacta por un momento.
La persona que tenía ante sus ojos abrazó con fuerza al gánster y le dijo que corriera.
Pero no podía moverse, parecía como si tuviera los pies clavados en el suelo.
El gordo con el bate de béisbol en la mano vacilaba en dar golpes, como si le diera pena.
No se sabía si fue causalidad o no, pero accidentalmente bloqueó el camino del grandullón.
En la Ciudad S, la patrulla de seguridad nocturna de la ciudad patrullaba en caminos fijos y en horas fijas casi todas las noches. Cada zona tenía sus caminos y horas fijos.
Los rostros de los gánsteres cambiaron al mismo tiempo cuando escucharon el sonido de la patrulla que venía de lejos.
El gánster líder miró con enojo al hombre que aún le abrazaba la cintura, su rostro estaba lleno de ansia, -¡Suéltame!- Como no tenía tiempo para perder, levantó su bate y golpeó…
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