La mirada de Florinda cruzo por encima del atónito Federico, le gritó a la Sra. Milanés que estaba en la puerta, y al siguiente segundo, la Sra. Milanés entró y le preguntó respetuosamente:
"Sra. Vargas, ¿qué necesita?".
A puertas cerradas, la Sra. Milanés y Florinda se llevaban bien, pero en público, la llamaba "Sra. Vargas".
"Llama a todos los que pidieron licencia, deben venir a la reunión de la empresa dentro de una hora. Quien no venga, mañana se le pagará su último salario en Finanzas".
"Florinda, no tienes derecho a hacer eso. Ellos pidieron licencia siguiendo el procedimiento, no puedes despedirlos".
"¿Procedimiento? ¿Llaman procedimiento a tener la fábrica de medicamentos paralizada? ¿Y qué quiso decir el Sr. Obregón sobre el descontento de los empleados? No quiero forzar a nadie, si hay quienes no quieren trabajar bien o tienen otras intenciones, prefiero que la fábrica cierre antes que darles la oportunidad de triunfar".
Florinda dijo la última frase con determinación, no solo no le daría a los malintencionados la oportunidad, sino que también buscaría pruebas para que los asesinos de sus padres sean castigados por la ley.
"Sra. Vargas, voy a hacer las llamadas ahora mismo".
La Sra. Milanés salió de la oficina y volvió a su escritorio para hacer las llamadas.
"Sr. Obregón, ¿Quién va a ir a calmar a los empleados, tú o yo?".
Florinda miró fijamente a Federico, todos sus sentimientos estaban guardados en su corazón, su rostro frío y su mirada clara tenía la determinación de un líder.
Sabía que no podía ser débil ni tener miedo, por muy duro que fuera el camino que tenía por delante.
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