La llamada dejó a Stuardo en silencio.
Zoe, avergonzada, le pasó el teléfono a Ángela.
Ángela puso el teléfono en altavoz y lo colocó sobre la mesa.
"Sr. Ferro, hola."
Al escuchar el saludo formal de Ángela, Mike se contuvo la risa, mientras Zoe se quedaba sin palabras.
En ese momento, desde el otro lado del teléfono, se escuchó la voz aún más formal de Stuardo: "Hola, directora Romero."
Ángela se quedó desconcertada por un momento.
Mike tomó un vaso de agua y bebió de él.
Zoe también levantó su vaso, pero no había agua en él.
"Siento que debo aclarar que no hemos estado engañándolos", dijo Ángela con calma y sin prisa. "Nuestra fábrica es nueva y no tenemos ni suficiente equipo ni personal. Actualmente, no podemos cumplir con la cantidad de pedidos que ustedes requieren. Podemos traer productos del extranjero para garantizar la cantidad y el tiempo, pero nuestros precios en el extranjero son más altos que en el país".
Después de escuchar la explicación de Ángela, Zoe se calmó.
Aunque ella y Mike habían dicho lo mismo, de alguna manera se enfureció al escucharlo de boca de Mike.
"Como este es nuestro primer gran pedido nacional, puedo ofrecerle los productos importados al precio nacional", dijo Ángela nuevamente al teléfono.
Mike se sorprendió.
¿Por qué darle un descuento a Stuardo?
Zoe, por otro lado, suspiró aliviada.
¡Así es como se muestra la sinceridad en la colaboración!
Desde el otro lado del teléfono, la voz fría de Stuardo volvió a sonar: "No me gustan los productos con descuento".
Todos en la sala de conferencias se quedaron atónitos.
El mensaje subyacente de lo que Stuardo había dicho era: ¡No me falta dinero! ¿Me estás dando un descuento porque me estás subestimando?
Mike aplaudió y aplaudió.
"Por cierto, les informo sobre nuestro método de pago. Primero, paguen el 50% del costo como depósito. El resto se pagará en su totalidad dentro de los tres días posteriores a la entrega", dijo Mike.
Zoe, indignada, dijo: "¡Su proporción de depósito es demasiado alta!"
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