—Hoy estoy algo cansada, así que hablemos otro día —contestó Elisa.
—De acuerdo; que descanses. Llámame si te aburres y te hago compañía —dijo Raquel al entenderla.
—De acuerdo.
Ambas cortaron la llamada a la vez. Guillermo la miró y permaneció en silencio mientras se dirigían a casa de Elisa.
—Gracias por lo de hoy. —Se despidió ella cuando llegaron.
Si no fuera por él, su plan no hubiera salido tan bien.
—El resultado fue de beneficio mutuo. No tienes que darme las gracias —dijo él con el ceño fruncido.
—También deberías acostarte temprano —respondió la mujer sonriendo.
—¿Te preocupas por mí? —preguntó sonriendo con cariño.
Elisa se quedó sin habla porque solo lo dijo por educación. Ella sonrió y permaneció en silencio, luego, se bajó del auto. Guillermo siempre se había aprovechado de ella y sabía que era abogada, por lo que podría necesitar bastante ayuda de su parte en el futuro; sin embargo, ella solo quería alejarse de él. Elisa no pudo relajarse de camino a casa. Después de pensarlo detenidamente, al final hizo la llamada.
—Mi querida Elisa. —La otra persona atendió de inmediato.
—Abuela, debes estar al tanto de lo que sucedió hoy. Lo siento —dijo sintiéndose culpable.
—Elisa, no tienes que pedirme perdón. Si él no te hubiera obligado ni hubiera coqueteado con Linda, no habrías anunciado tu divorcio en público —dijo Julia riendo entre dientes.
—Abuela... —Elisa apretó el teléfono.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Amor obstinado