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Amor precipitado con un hombre frío romance Capítulo 14

Helena se fue apagando, dejando la frase sin terminar porque ella podía sentir un aura extraña emanando de Pablo, que estaba cerca de Susana.

Mordiéndose el labio, le dio sus mejores deseos a Susana y se marchó.

En el camino de vuelta a casa desde la universidad, Pablo estuvo silencioso y en muchas ocasiones Susana quiso decirle algo, pero no sabía qué debería decir. Así que se quedó callada.

Tras llegar a casa, lo primero que Susana hizo fue unir los destrozados certificados. Era muy fácil para ella hacerlo, pero el álbum que contenía las postales que su abuela le había enviado estaba medio quemado y era muy difícil de restaurar.

Sentada en su escritorio, miraba con tristeza el álbum quemado y en silencio maldijo a Guillermo innumerables veces. Cuando lo maldijo lo suficiente, estaba a punto de dejar el álbum cuando una pequeña tarjeta se deslizó de

él.

La cogió y quiso ponerla de vuelta en el álbum, cuando se dio cuenta de que había una capa sándwich en la tarjeta. Era la vieja foto de un niño escondido en ella, pero estaba medio destruida por el fuego.

No importaba cuanto tiempo mirara la foto, ella no podía recordar la existencia de ese niño en su memoria. Sin embargo, volvió a guardar la foto con cuidado en el álbum y decidió que cuando tuviera la oportunidad, le preguntaría a su abuela por qué le había enviado la foto de un extraño en su postal.

Casi estaba oscureciendo cuando ella terminó y llamaron a su puerta.

-Señora, el viejo amo Marcos ha llamado y le pide a usted y al señor que vayan a la Mansión Marcos. Por favor, prepárese -la informó la Sra. Lucía desde la puerta.

Mirando la hora, Susana vio que eran casi las ocho de la noche y una pequeña premonición desagradable brincó en su corazón mientras pensaba: «¿El abuelo quiere que

vayamos ahora?».

Tras cambiarse, Pablo ya estaba preparado esperándola en el coche y cuando entró ella le preguntó:

El abuelo nos ha pedido que vayamos a esta hora... ¿Podría tener algo que ver con lo ocurrido con Guillermo esta mañana?

-Por supuesto -respondió él en voz baja con una pizca de pena-. Te dije que muchos te echarían la culpa porque Guillermo se hirió -Volviéndose para mirarla a los ojos, escondido tras la tela negra, le preguntó-: ¿Tienes miedo?

-No. —Susana sacudió la cabeza- No he hecho nada malo.

-Hay muchas cosas que se pueden definir como acertadas o erróneas —dijo él y sacudió la cabeza como si no pudiera decidir si debería estar divertido o asombrado por su respuesta—. Susana, ¿solo está lo bueno y lo malo en tu mundo?

Asintiendo, contestó:

—Si no está bien, entonces tiene que estar mal y viceversa.

¿No es así como funciona el mundo? Mi maestro mencionaba que a nadie le importa el proceso mental durante un examen, y el profesor que corrige solo mira los resultados finales. Tanto si está bien como si está mal.

Era tan pura como una niña que no hubiera experimentado nada en el mundo.

«No quizás es una niña que no ha experimentado nada», suspiró en silencio y alargó una mano para acariciar su cabeza.

Poco segura de si la estaba premiando o se estaba burlando, Susana decidió mantener silencio.

Llegaron a la mansión Marcos, un poco después de las nueve de la noche. Por costumbre, a esa hora las luces estaban apagadas, pero esta noche, las habitaciones estaban iluminadas.

Cuando Susana llevó a Pablo a la mansión, vio a Guillermo en el sofá, aún con los vendajes alrededor del pecho mientras Hortensia le daba de comer fruta cortada.

-Abuelo, tienes que dar las órdenes por mí... —gimió en el momento que vio entrar a Susana.

Susana ya casi no podía estar de rodillas por el intenso dolor que rasgó su piel y reveló su carne. Mordiéndose el labio, dijo testaruda:

-No sé lo que he hecho mal para merecer este castigo, abuelo.

-¿No lo sabes? -repitió Hortensia con una voz aguda detrás de ella- ¡Primero sedujiste a Guillermo, y después lo heriste cuando él te rechazó! -Apretando los dientes, añadió—: Sedujiste al primo de Pablo tras acabar de casarte ¿y aún tienes el coraje de decir sin vergüenza que no sabes lo que has hecho mal?

Suprimiendo su dolor, Susana espetó:

-Tía Hortensia, ¿tienes alguna prueba de que yo sedujera a Guillermo?

-¿Es necesaria alguna prueba? -se burló ella- ¡Todos podemos ser testigos de Guillermo! —Lanzando una mirada al mayordomo, le espetó—: ¿A qué estás esperando? ¡Golpéala!

A sus palabras, el mayordomo golpeó de nuevo a Susana en la espalda y el crujido del látigo se escuchó en el aire.

Tras dos latigazos, la camiseta blanca de Susana estaba destrozada, mostrando su piel despellejada y su carne. Como era evidente, había usado más fuerza e la necesaria. Por otro lado, Susana que estaba arrodillada en el suelo, no lo esquivó y asimiló el despiadado latigazo.

Ella resopló y dijo:

—Yo no seduje o herí a Guillermo con intención.

-¡Aún sigues siendo cabezota! —Hortensia le lanzó una mirada fiera antes de volverse al mayordomo con el látigo.

—¡Vamos!

-Espera un momento. —Pablo que había estado silencioso todo este tiempo intervino con calma cuando vio que estaban a punto de darle un tercer latigazo— Estás azotando una y otra vez, incluso antes de que el abuelo haya dicho nada. ¿Recibes las órdenes del abuelo o de la tía Hortensia?

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