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Amor profundo escondido de él romance Capítulo 13

—Será mejor que te expliques. ¿Qué está pasando? —inquirió Everleigh.

Pasados unos minutos y después de calmarse, Everleigh decidió llamar a Christopher para responsabilizarlo, puesto que antes de que ella regresara al país, fue él quien le dio unas palmaditas en el pecho y le prometió que sería responsable y no metería la pata con los niños.

Además, se encargó de reafirmarlo poco antes de que Everleigh hiciera los trámites para regresar de Maniville, cuando le aseguró que cuidaría bien de los gemelos.

—Reservaron los boletos de avión con mi celular —comentó Christopher.

—¿Y tú dónde estabas? ¿De fiesta con mujeres? ¿Ni siquiera te diste cuenta de que se llevaron tu celular?

—No es mi culpa. Me desperté hace dos horas. ¿Puedes creerlo? Tus gemelos me engañaron y me dieron pastillas para dormir. Estuve dormido un día entero, tengo más de una docena de llamadas perdidas del hospital —explicó Christopher—. Ahora mismo me estoy vistiendo para explicarle lo sucedido al decano...

Ni bien escuchó la versión del hombre, Everleigh llamó con el dedo a Adrienne, que estaba comiendo un durazno a su lado, y le preguntó en voz baja:

—¿Ustedes dos drogaron a Christopher?

Adrienne le guiñó el ojo a Everleigh con cierta inocencia y negó con la cabeza. Luego se lamió el jugo de la comisura de los labios y preguntó:

—¿Qué droga?

Esa respuesta fue suficiente para saber que había sido Adrienne quien drogó a Christopher. Everleigh conocía a su hija, siempre que intentaba actuar como niña linda e inocente era porque había hecho algo malo. Era buena actriz en esas circunstancias, incluso podría ganarse un Oscar.

—¿Están bien esos dos revoltosos? —inquirió Christopher del otro lado de la línea, que ya se había puesto los pantalones y estaba listo para irse.

—Están bien. Llegaron a salvo, si no no te habría llamado.

—Debo colgar. Si no voy al hospital ahora, el decano me matará.

—Oye, espera un minuto. ¿Cuándo volverás? —preguntó Everleigh mientras miraba a los gemelos. Un segundo después se palmeó la frente y se alejó para beber un vaso de agua, luego continuó—: No puedo cuidarlos yo sola.

—Alastair —lo llamó.

Él ni siquiera se volvió para mirarla, solo se limitó a decir lisa y llanamente:

—No te limpies las manos conmigo. Ve a la cocina y lávate allí.

La niña se molestó cuando su hermano descubrió sus intenciones, pero hizo pucheros y fue a la cocina como él le indicó. Cuando llegó escuchó la voz de Everleigh desde el otro lado de la puerta:

—No sabe lo de Alastair y Adrienne. Pasaron tantos años que ya no tiene sentido decírselo. Olvídalo. Además, se casará el próximo mes.

¿De quién estaba hablando? ¿Podría ser sobre su padre? De repente, los ojos de Adrienne se iluminaron. Se acercó de puntillas a la puerta de la cocina y aguzó el oído.

—Dejemos el pasado atrás. Él está bien —concluyó Everleigh.

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