La puesta de sol proyectaba un resplandor brillante en el horizonte.
Como Everleigh aún no había regresado formalmente a sus funciones, decidió irse a casa temprano y detenerse en una panadería de camino a casa para comprar algunas de las donas favoritas de Adrienne.
—Hola, quisiera dos donas por favor, para llevar.
—Claro, un momento por favor.
El mesero estaba empacando las donas, mientras Everleigh se inclinó a mirar el pastel en el escaparate. Era un pastel de fresas y lucía tan tentador como cuando era niña; los colores brillantes hicieron que su mirada se iluminare.
—Hola, me llevo el pastel de fresas, por favor. —Una voz familiar llegó por detrás suyo, tomándola por sorpresa. Cuando levantó la cabeza, se encontró con Stainley de pie junto a ella.
—¿Qué haces aquí? —Se enderezó sorprendida.
—Estaba pasando y vi tu auto en la entrada. —Sonrió.
Everleigh inconscientemente echó un vistazo afuera. Su auto estaba estacionado afuera de la pastelería, no muy lejos del de Stainley. —Vaya coincidencia. —Dijo rascándose la cabeza algo avergonzada.
—Escuché que has vuelto al trabajo. ¿Comienzas mañana?
—Sí. —Everleigh estaba feliz al respecto—. Todo gracias al doctor Harrison.
—Te tiene en alta estima y está orgulloso de ti.
— No —Everleigh sonrió—, más bien soy la estudiante que más dolores de cabeza le provocó.
La voz de un mesero se escuchó detrás del mostrador, interrumpiendolos. —Señorita, aquí están sus donas y señor, aquí está su pastel.
—Gracias.
Everleigh tomó la bolsa y se dio la vuelta. Vio que Stainley le estaba entregando la bolsa del pastel de fresas y la miró con una sonrisa.
—¿Es para mí?
—¿Qué crees? No me gusta mucho lo dulce. Toma, disfrútala.
—Pues, lo acepto. ¡Muchas gracias! Te invito un café la próxima. —Everleigh tomó el pastel y salieron juntos de la tienda.
—Si realmente quieres agradecerme —Le sugirió Stanley— ¿Por qué no me acompañas al evento de ex alumnos de la Universidad de Medicina de Ocpeace el fin de semana? Los profesores me pidieron que dé una conferencia. Voy a hablar sobre cómo se propaga una pandemia y del virus que combatimos el año pasado.
—¿Este sábado?
—¿Ya tienes algo que hacer?
—Prometí llevar a mis hijos al zoológico. —Everleigh dudó un momento y luego dijo con una sonrisa—. Está bien, podré acompañarte el sábado y los llevaré al zoológico el domingo. Vendrán conmigo a la universidad el sábado.
—Bien, está todo arreglado entonces.
Después de eso, los dos se separaron y Everleigh se mrchó primero.
Ya caía la noche cuando Stainley se paró al borde de la carretera, mirando la parte trasera del automóvil durante un largo tiempo, con una mirada amable en el rostro.
La oscuridad de la noche comenzó a florecer cuando los últimos rayos de sol se desvanecieron en las lejanas montañas. Por toda la ciudad, las luces brillantes se encendieron y comenzó la animada vida nocturna.
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