Amor profundo escondido de él romance Capítulo 94

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"¿Qué quieres saber?"

"¿Qué sabes?"

Tal vez fuera por la iluminación del restaurante, pero el rostro de William se puso inexplicablemente pálido, como si el hecho de mencionar esto le resultara muy difícil. Era evidente que Everleigh no lo presionaba, dado que lo que había dicho era absolutamente normal.

William tomó su copa y bebió un sorbo de agua. Parecía estar tratando de calmarse.

"Fue después de esa noche que... que tuviste a tu hijo, ¿verdad?"

Ella no lo negó, ni lo admitió.

A los ojos de él, esa actitud era una confesión implícita.

Al instante mostró una expresión de arrepentimiento y dijo: "Lo siento, no debí preguntar esto".

En el caso de personas como él, si no se le pusiera un cuchillo en el cuello para obligarlo a hablar, nunca admitiría que ha cometido un error. Se limitaría a sentarse salvajemente sobre el borde y usaría palabras irrelevantes para escapar de la realidad.

Everleigh estaba un poco impaciente y le preguntó sin rodeos: "¿Ese asunto tuvo algo que ver contigo?".

Ya que él sabía lo que le había sucedido ese año, entonces vamos a poner el mayor crimen sobre su cabeza directamente. Cuando las personas eran agraviadas, lo más fácil era que revelaran sus defectos. Era como un ladrón que se negaba a admitir su robo. Si le decías que había matado a alguien, probablemente saltaría y diría que solo se había robado algo.

Siempre hay que elegir el menor de los males.

Efectivamente, su rostro inmediatamente: "No, no tiene nada que ver conmigo".

"¿Me drogaste?"

" Claro que no. ¿Cómo es posible? ¿Es que acaso estoy loco o algo así?"

"Entonces, ¿cómo sabes lo que pasó en ese momento?"

"Esa noche..." William apretó fuertemente su copa y tembló ligeramente, incluso la superficie del agua se agitó. "Esa noche solo pasé por allí. Simplemente pasé por allí. Realmente, no esperaba que te encontraras con algo así. Yo era el único. No me atreví a interferir porque había demasiada gente".

La frase "demasiada gente" golpeó los tímpanos de Everleigh como una aguja. No había rastro del pinchazo, pero el dolor le atravesó los nervios.

Sus cejas se movieron violentamente, como si fuera un reflejo condicionado y todo su cuerpo se puso rígido.

Efectivamente, había mucha gente. Aunque ese día estaba drogada, en su vago recuerdo, había mucha gente caminando hacia ella. Altos, bajos, gordos y delgados, había todo tipo de personas. Recordaba cuatro o cinco rostros, de los que no pudo deshacerse en sus pesadillas durante siete años.

Se obligó a calmarse, pero su voz era seca y ronca. "¿Pasando por ahí? ¿De verdad?"

"Realmente pasaba por ahí, tienes que creerme. Realmente me gustas. ¿Cómo podría hacerte algo así? Ese día, hice una apuesta con mi compañero de clase y dije que te iba a confesar mi amor..."

Hace siete años, en la fiesta de graduación del Departamento de Lenguas Extranjeras de la Universidad Médica de Ocpeace, William, como presidente del Departamento de Relaciones Públicas de la escuela, también fue invitado a la fiesta. Al principio, no quería ir, pero acudió cuando se enteró de que Everleigh había acompañado a su mejor amiga a la fiesta.

Antes de ir a la fiesta, los chicos del dormitorio se habían reído de él diciendo que era un cobarde. No le había confesado oficialmente su amor, ni siquiera después de cuatro años de gustarle. Al cabo de un año, ella se graduaría. Si ella no se quedaba en la escuela para su doctorado, él no iba a tener ninguna oportunidad.

William no era fácil de provocar, pero probablemente por la emoción de la graduación, hizo una apuesta solemne de que esa noche le confesaría a ella con su compañero de cuarto.

En la fiesta de graduación, quiso hablar a solas con ella varias veces, pero no lo consiguió. Cuando estaba más cerca de ella, fue a causa del nerviosismo que accidentalmente derribó el zumo que tenía en la mano.

"Pensé en muchas palabras e incluso escribí borradores. Pero estuviste con tu mejor amiga casi todo el tiempo en la fiesta de graduación. No tuve oportunidad".

Su voz era cada vez más apagada.

Everleigh no sabía hasta qué punto eran fiables sus palabras, pero era una de las pocas personas que podían hablar con ella sobre los detalles de esa fiesta de hacía siete años. No importaba lo incómoda que se sintiera, tenía que obligarse a escuchar.