—Denis, has comprobado que no como comida picante, pero ¿sabes por qué? Es porque cada vez que lo hago, tengo que montar un campamento en el baño —dijo Karina y corrió hacia el baño.
Parecía que se le había ido la mano con la broma que le había hecho a su nueva esposa. Finalmente, después de permanecer en silencio durante un par de minutos, ordenó de forma solemne:
—Llama al doctor Gómez.
—De acuerdo.
Enseguida, el guardaespaldas sacó su teléfono móvil y llamó al médico de la casa de los Colmenares.
Cuando el doctor Gómez llegó, Karina ya estaba sin vida por los viajes al baño. Le dio una receta, y después de tomar la medicación, hizo un par de viajes más al baño antes de que la diarrea cesara por completo.
La comida de la mesa de piedra del pabellón se había retirado. En su lugar había algunas frutas y aperitivos.
Cuando Denis se dio cuenta de que Karina estaba desparramada sobre la mesa como si fuera a desmayarse en cualquier momento, se quedó callado un rato antes de preguntar:
—¿Debo pedirle a alguien que te cargue?
Ella levantó la cabeza, movió los labios en respuesta y dijo algo, pero él no oyó nada.
—Colóquenme en el taburete —ordenó Denis.
Dos guardaespaldas se acercaron y lo sujetaron por los lados antes de colocarlo en el taburete con cuidado.
—Empújenla con mi silla de ruedas.
En silencio, los guardaespaldas hicieron lo que les dijo. Fuera, Karen, a la que los guardaespaldas echaron, llevaba más de dos horas esperando en la residencia Colmenares. Ya estaba oscuro cuando vio que los guardaespaldas salían con una silla de ruedas, y la persona sentada en ella resultó ser Karina.
El hecho de que la echaran a ella mientras Karina permanecía dentro durante más de dos horas la había hecho enloquecer, pero ahora, estaba tan alegre porque Karina terminó peor que ella.
«¡Denis Colmenares es el mismísimo demonio, no mostrando ninguna consideración por una dama en absoluto!», se regodeó en silencio.
—Karina. —Aunque se regodeaba por dentro, tenía que parecer preocupada por fuera—. Oh Karina, ¿qué te ha pasado?
Después de que dos guardaespaldas sacaran a Karina, le indicaron a Karen que la ayudara a levantarse. Luego, se marcharon con la silla de ruedas sin decir una sola palabra, y las puertas principales de la Residencia Colmenares se cerraron.
Cuando Karen se dio cuenta de que a Karina le flaqueaban las piernas y de que su rostro estaba pálido como un fantasma, preguntó preocupada:
—Karina, ¿qué te ha hecho el señor Denis?
—Picante y despiadado —murmuró ella.
Los rumores eran ciertos: ¡Denis Colmenares no era una persona amable!
—Para empezar, no deberíamos haber jugado con el señor Denis, y además tuviste el atrevimiento de entrar en el pabellón sin su permiso. ¿No te has dado cuenta de que estaba comiendo fuera? Aparte de sus guardaespaldas personales, nadie puede acercarse a él, y tampoco se atreven a hacerlo. Su temperamento es especialmente desagradable e impredecible también. He oído que todos los sirvientes de la casa de los Colmenares tienen miedo de servirle, e incluso su familia trata de evitarlo siempre que puede.
Por otro lado, Karina no le dijo nada. De hecho, no conocía a Denis, pero le estaba agradecida porque le había mostrado un poco de amabilidad en su vida pasada. Por lo tanto, estaba dispuesta a casarse con él tras su regreso.
Sin embargo, como ya se había casado con él, ya había decidido quedarse a su lado el resto de su vida.
—Vamos a casa. Estoy cansada.
Por lo tanto, Karina no estaba dispuesta a hablar más sobre el asunto, ya que sólo quería ir a casa y dormir profundamente, y Karen no preguntó más al ver lo mucho que estaba sufriendo por el tratamiento de Denis. Después de ayudarla a subir al coche, la llevó a casa.
Karina descansó durante los siguientes días para recuperar las fuerzas, y durante esos días no ocurrió nada en absoluto por parte de Denis.
—Cruel y sin corazón, eso es lo que es, ni siquiera una llamada. Si no me equivoco, ¡soy su nueva esposa! —Karina no pudo evitar murmurar para sí misma, revisando su teléfono por enésima vez, y vio que no había mensajes ni llamadas nuevas.
Toc, toc.
Alguien llamó a su puerta, y la voz de Corina resonó:
—Karina, soy yo. ¿Puedo entrar?
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