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Arcadia: La isla del origen. romance Prólogo.

En medio de una horrible tormenta, sentada en el suelo de un refugio, una joven loba de cabello castaño y ojos color avellana, intentaba protegerse del frío con una delgada manta mientras observaba como, en una pequeña mesa de madera, su hermano jugaba al ajedrez con un atractivo joven de cabello oscuro y ojos dorados como el sol.

Desde que lo había conocido, el tipo le había parecido pedante y sumamente molesto, pues este, se dedicaba a acosarla a diario, sin embargo, en ese momento, el joven no tenía ojos para nadie más, solo para el pequeño que se estremecía con cada trueno que resonaba en la distancia.

―Tranquilo, ponte estos ―dijo el joven sacándose unos audífonos bluetooth de su bolsillo ―No sé si te guste el tipo de música que escucho, pero, creo que será mejor que los truenos ―

―Gracias… ―masculló el niño mientras se colocaba los audífonos

Sintiendo curiosidad porqué tipo de música escucharía aquel joven presumido, la castaña mantuvo sus ojos clavados en su hermano, el cual, sonrío ampliamente cuando el dueño de los audífonos por fin seleccionó algo para él en su teléfono.

― ¡Es Bruno Trent! ―exclamó el niño dirigiendo su mirada hacia ella

― ¿Te gusta? ―le preguntó el joven con sorpresa, pues aquel hombre, era conocido por tocar principalmente, música clásica

―Más ó menos ―admitió el niño ―Pero a ella le gusta mucho ―dijo dirigiendo su mirada hacia su hermana

―Ah, hasta que por fin tengo algo en común con ella ―dijo el joven dedicándole una brillante sonrisa a la castaña, la cual, usó todas sus fuerzas para no rodar los ojos

―Gracias Joel ―dijo la joven entre dientes, sin embargo, cuando un trueno volvió a escucharse y su hermano apenas y se inmutó, ella suspiró ―Muchas gracias ―

Tras guiñarle un ojo, Joel volvió a concentrarse en su partida.

―Aquí tienes Anya ―dijo un joven de cabello oscuro y ojos verdes, el cual, le tendía una taza humeante de té ―Sandrine está repartiendo las demás ―

―Gracias Will ―dijo Anya tomando la taza entre sus dos manos para poder calentarse los dedos

―No hay de qué ―dijo el joven sentándose a su lado

Sin decirse nada más, los dos bebieron de su taza mientras observaban el lugar.

Gracias al huracán que azotaba a la isla de Arcadia, todos los habitantes del palacio habían sido enviados a diferentes refugios.

Mientras que la realeza y sus invitados habían sido enviados al refugio de la familia real, los sirvientes habían sido llevados al refugio que se encontraba bajo los dormitorios de los cadetes.

La joven Anya, se encontraba con la realeza.

― ¿Cuándo crees que pare? ―preguntó William de repente

― ¿La tormenta? ―

―Todo ―dijo William soltando un suspiro cuando, en el piso superior a ellos, se escuchó una fuerte explosión

―Eso no lo sé Will ―dijo Anya apoyando su cabeza contra él

―Bueno, entonces ¿sabes cuándo terminará la tormenta? ―preguntó él apoyando su cabeza contra la suya

―Según mi papá Gabriel, dentro de unas horas, cerca del amanecer ―

―Oh… Eso quiere decir que… ―

―Sí, mañana será el día perfecto para mi boda ―dijo la joven sin entusiasmo

―Pero, la rebelión de Arcadia…―

―Eso no será impedimento, bastará con que tengamos un momento de paz en el palacio ―dijo la joven soltando un suspiro cuando una rubia se sentó a su lado, y, sin decir nada, se recargó contra ella

No quería dormir, pero sus ojos le pesaban demasiado.

Desde que había llegado a Arcadia se había mantenido en un estado de alerta constante, lo que la había ayudado a ella y a los demás a resolver un sinfín de misterios, sin embargo, desde que Ares se había infiltrado en el palacio, ella no había sido capaz de descansar ni una sola noche completa, y para empeorar su situación, su unión con Zeth estaba a la vuelta de la esquina.

“Una ceremonia de unión, no es una boda Anna” ―recordó lo que Zeth le dijo ― “Si nos unimos, será para siempre, como si fuéramos compañeros, no importa si estamos destinados o no, para eso sirve esa ceremonia, básicamente, tiene la misma función de una marca”

“¿Qué? Pero Zeth… ¿Qué hay de mi vínculo con Dante? ¿¡Qué hay de mi marca!?”

“No lo sé Anna… Sólo sé que no puedes llevar dos marcas…”

Rehusándose a seguir pensando en aquello y en cómo le había fallado a su compañero, Anna intentó conciliar el sueño, sin embargo, a su mente no paraba de llegar Dante.

Durante todo momento, Dante se había mostrado calmado y comprensivo, incluso, la había apoyado en todas y cada una de sus decisiones.

¿Y qué había hecho ella para agradecerle?

Le había mentido.

Y aunque lo había hecho por su propio bien y para sacarlo del palacio, lo que ella había hecho no dejaba de ser una mentira.

Para empeorar la situación, ahora estaba a punto de unirse a Zeth, faltando así, a lo único que Dante le había pedido que no hiciera.

“Sé que soy la peor compañera del mundo, sin embargo, cariño… ¿Podrías venir por mí?” ―le pidió a su compañero

Tras un largo rato de silencio, el cual, sólo era interrumpido por la tormenta en el exterior, Anna se dio por vencida e intentó conciliar el sueño, pues, de lo contrario, si continuaba con aquel cansancio, no podría proteger a su hermano de lo que estaba por venir, pues la rebelión en Arcadia era algo que podía beneficiarlos, o bien, perjudicarlos

“Estoy aquí cariño, volví a Arcadia y vine por ti…” ―escuchó la voz de Dante en la lejanía justo antes de caer en el mundo de los sueños.

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