La mayoría del personal comenzó a beber alcohol después de que se sirvieran los platillos. Cada uno de ellos era relativamente joven, por lo que estaban preparados para embriagarse esa noche e incluso hubo algunos que contrataron conductores personales.
—¡Salud, Anastasia! —Uno de los diseñadores masculinos que estaba sentado del lado contrario a ella se paró.
—Claro. Gracias. —Ella sostuvo su vaso en alto y no esperaba que todas las demás personas chocaran los suyos con el de ella, pero todos estaban de un buen humor esa noche; por ese motivo, ellos fueron rápidos en hacer que Anastasia se convirtiera en el objetivo de la borrachera.
-¡Más cerveza para Anastasia! -exclamó alguien.
—¡Tienes que beber con nosotros, Anastasia! ¡Por lo menos un traguito! -Otra persona gritó.
-Todos lo demás chocaron vasos contigo, Anastasia. Me sentiría mal si yo no lo hiciera. Toma, ¡salud! —Una más dijo.
Ella no llevaba mucho desde que llegó a la empresa, por lo que se sintió presionada en llevarle la corriente a los todos, en especial cuando la mayoría del personal ya llevaba tiempo ahí. Ella perdió la cuenta de cuántas cervezas se tomó para el punto que chocó vasos con todos.
-Muy bien, deténganse. ¡Chicos, Anastasia tiene que regresar a casa para cuidar a su niño! -Por fin, Fernanda interfirió y todos se relajaron un poco después de eso. Para ese punto, Anastasia ya había bebido unos cuantos vasos incluso antes de que tuviera la oportunidad de probar su comida; ella colocó la palma de su mano sobre su frente debido a que pudo sentir cómo se ponía borracha.
-¿Te encuentras bien, Anastasia? -preguntó una persona.
-Me siento un poco mareada, así que creo que tendré que detenerme por un rato. -Ella agitó su mano para luego agachar su cabeza y alzar sus manos para hacer un gesto de rendición. En ese momento, el teléfono de Fernanda sonó; ella le dio un único vistazo al identificador de llamadas para luego contestar al instante.
-Hola, presidente Palomares.
—¿Todos ustedes están comiendo ahora mismo? ¿Anastasia se encuentra ahí? -preguntó el hombre con una voz profunda.
-Por supuesto que está aquí. Esta cena es para celebrarle a ella, ¿le gustaría acompañarnos, presidente Palomares? -preguntó Fernanda con una sonrisa.
-No, gracias. -Elias solo estaba preguntando.
-Los demás hicieron que ella bebiera bastantito, así que está un poco borracha en este momento. Creo que tendré que enviarla a casa dentro de poco -le explicó Fernanda.
«Entendido. Saldremos dentro de poco». Le respondió. Después de eso, Fernanda volteó hacia Anastasia para informarle sobre su plan.
-Haré que alguien te lleve a casa en este momento, Anastasia.
-¡Claro! -ella asintió.
«Debería regresar a casa ahora y necesito ponerme sobria. De lo contrario, ¿cómo se supone que cuide de mi hijo?». Pero no sabía quién era su conductor y solo supuso que Fernanda había conseguido a uno de los choferes de la empresa para que la llevara a casa.
A Anastasia le ayudó Fernanda para que saliera del restaurante y ella se dio cuenta al poco tiempo que había un Rolls-Royce negro y brilloso estacionado a un lado de la carretera. La pintura negra lucía mucho más reluciente bajo la luz, además que su diseño lleno de clase y elegancia lo hacía destacar del resto de los autos; el vehículo llamaba tanto la atención como su dueño.
Anastasia permitió que Fernanda la ayudara a entrar al asiento trasero del auto, pero todavía suponía para ese punto que sería llevada a casa por un chofer de la empresa. Después de que Fernanda cerrara la puerta, ella giró para dirigirse al conductor con un tono cortés.
-Hola. Me puede llevar a la residencia Meranti en la calle Dúlcam, gracias.

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