Era algo así como un superpoder: dos palabras y media insinuación en aquel tono ronco, y solo eso bastaba para que el corazón de Blair se disparara.
La primera vez había sido sexo y vergüenza, la segunda vez había sido alcohol y risas. Para la tercera ella era muy consciente de que ya no podía negarse, pero era imposible que dejara de temblar ante la expectación de acostarse con él.
Tener su pecho contra la espalda y su bragueta contra el trasero era algo que le cortaba el aliento en un solo instante.
No dijo ni una sola palabra mientras él desprendía cada botón de su blusa y la dejaba a un lado sobre la hierba. Ni siquiera se movió mientras le abría el cierre del pantalón y una de sus manos fue a sostener su cuello para devorar su boca, mientras la otra se perdía debajo de sus bragas, haciéndola ahogar el primer gemido de muchos.
La camisa de Nate desapareció en un solo instante, y Blair solo sintió su boca bajando a lo largo de su columna, besando hasta alcanzar el borde de los vaqueros y bajarlos también sobre sus nalgas con un gruñido de satisfacción.
—Dime que sabes nadar —dijo dándole la vuelta y echando a un lado toda la ropa que quedaba de ella.
—Sí, claro que sé... —el índice de Nate empujando su pecho la hizo abrir los ojos mientras perdía el equilibrio y el cuerpo de Blair fue a dar al agua en un instante.
Pero para cuando emergió ya lo hizo contra el pecho de aquel hombre, que buscaba su boca con desesperación, haciéndola enredar las piernas en su cintura y llevándola debajo de la fina cascada.
—Nate... Alguien puede...
—Nadie va a venir —jadeo él acariciándola mientras aquella imagen de Blair en su vestido de enfermera era sustituida por esta visión de su cuerpo desnudo.
No había tenido oportunidad de mirarla bien, tenía los pechos firmes y pequeños, caderas suaves y nalgas redondas y bien formadas que cabían perfectamente en sus manos, como si hubieran estado hechas exclusivamente para él.
Buscó su boca, hundiendo su lengua en ella mientras exploraba cada centímetro y acariciaba sus senos. Le encantó sentir que sus pezones se endurecían contra él, la suave vibración con que se estremecía, la respiración entrecortada mientras la sentaba al borde de aquella roca y se metía entre sus piernas.
—Nate...
—Este es un lindo drama... Muy lindo de ver —siseó él abriéndole las piernas y acariciando el interior de sus muslos. Que fuera un negocio definitivamente no significaba que tenía que ser un desastre, y tenía que reconocerlo: era imposible no desearla cuando la veía así, mojada en todos los sentidos, con las mejillas rojas por la vergüenza, y aun así mirándolo de reojo—. Te gusta lo que ves.
—Tiene que gustarme o esto sería muy diferente... —susurró ella nerviosa y Nate usó el pulgar para estimular su clítoris, viendo cómo ella se mordía los labios para soportarlo.
—Entonces hagamos que te guste más —murmuró él con un tono tan ronco que Blair pasó saliva.
Su voz era como un detonador, uno que hacía que su sexo latiera dolorosamente esperando ser llenado. Era como una sensación profunda que no encontraba saciedad hasta que sus ojos tropezaron con aquella erección.
Era enorme. Blair la había sentido cada vez, pero era muy diferente a verlo masturbarse despacio, mirándola y gruñendo con aquel sentido de deseo y de posesividad antes de acercar su miembro a su sexo y comenzar a forzar su entrada poco a poco en él.
—¡Dios...! —gimió la muchacha desesperada pero él no se detuvo.
Era la mejor sensación del mundo penetrarla despacio, ver como se perdía en ella, sentir la forma en que sus paredes y latían alrededor de su miembro, provocándole la mayor excitación.
—¡Dime que puedes aguantar un poquito más, Blair, porque te juro que hasta ahora me he estado conteniendo...!
La respiración de Blair era acelerada mientras miraba lo que estaba sucediendo entre ellos dos. Era absolutamente morboso, era solo sexo, era un desenfreno que terminaría en desastre si lo liberaban.
—¡Nate...! —Su nombre era lo único que salía de su boca y él entendió lo que quería entender.
—¡Entonces va más, nena! ¿puedes aguantar, sí? ¿Sí puedes?
La única respuesta fue un gemido ahogado y la única reacción fue él embistiéndola como un ariete, penetrándola con tanta fuerza que la hizo levantar el trasero de aquella roca mientras devoraba sus labios.
—¡Dios, esta es la gloria, maldit@ sea! —gruñó desesperado mientras el deseo se desataba dentro de él.
Empujarla, embestirla, hacerla gritar, arrancar cada gemido histérico de su garganta, sentir sus uñas en la espalda, golpear contra el final de su vagina y oírla gritar por enterrarse aún más,
—¡Dios, no sé qué me haces pero solo quiero romperte, tenerte, escuchar cómo te corres...! ¡Déjame oír como te corres, Blair... hazlo…!
En aquel punto el choque entre sus cuerpos era frenético, los besos no alcanzaban y el clímax los devoró como un fuego arrasando con todo a su paso.
Blair apenas sentía que podía moverse, su corazón no se calmaba, y Nate tuvo el buen tino de subirla frente a él en su caballo en el camino de regreso porque de lo contrario estaba seguro de que se caería de su yegua.
Regresaron en silencio, pero regresaron mojados hasta el tuétano y por supuesto que se llevaron el recibimiento lleno de porras de toda la familia.
—¡Papá, no puedes quejarte, de verdad lo están intentando! —gritaba Sebastián.
—Vas a tener un nieto antes de lo que piensas —se reía Asher, echándoles arroz.
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