Caminar por Londres era hermoso, pero al día siguiente Matt se apareció en la puerta del hotel con una enorme camioneta que acababa de comprar, porque entendía que al menos los próximos tres meses o cuatro los pasaría en aquella ciudad.
—¡Wow! ¿¡Vamos a hacer otro viaje!? —se emocionó Sian, acomodándose en su sillita, que parecía una nave espacial.
—¡Mejor, vamos a buscar una casa hermosa y vamos a quedarnos de vacaciones por más tiempo! —exclamó Matt y sintió la mano suave de Heilyn sobre su antebrazo.
—Bueno, no todo son vacaciones —le corrigió con una mueca cómplice—. Este príncipe no puede perder su primer grado, así que en un par de semanas tendrás que volver a la escuela. Podemos conseguir una aquí ¿verdad?
Los ojos de la muchacha se clavaron en los suyos y Matt sintió que se derretía.
—¡Sí, claro! Podemos conseguir una muy buena escuela. ¿Qué me dices, campeón? ¿Quieres quedarte un poco más en esta ciudad? —le preguntó Matt pero el niño miró a su madre con preocupación.
—Yo quiero estar donde esté mi mamá —dijo de repente y Heilyn se subió junto a él y lo abrazó con un gesto protector.
—Y yo quiero estar donde estés tú, y todos queremos estar con papá, ¿no es cierto? —le sonrió y el niño asintió con alegría—. ¡Entonces está decidido! ¡Nos quedaremos un tiempo en Londres!
Le hizo un gesto a Matt como de que todo estaba bien, y un segundo después estaban todos en camino hacia una agencia inmobiliaria que les presentó un sinnúmero de opciones.
Matt no quería parecer petulante ni ostentoso, pero habiéndose criado en una hacienda, los departamentos lo asfixiaban y todas las casas con jardín en las afueras de la ciudad eran lujosas y caras.
—Esta —señaló por fin una que le había gustado más que las demás y vio a la muchacha pasar saliva, sabiendo que la renta de un mes de aquella casa era la renta de un año para ella en Conwy.
—Es… es muy grande ¿no crees? —susurró ella aturdida.
—Lo sé, pero el doctor dijo que Sian necesitaba aire fresco, ¿recuerdas? Él es primero.
Aquella frase parecía tener algo de magia porque era capaz de doblegar la voluntad de la mujer en un segundo, pero aún así se giró hacia él para hablarle por lo bajo.
—Oye… ¿estás seguro de que puedes pagar eso? Es que tampoco quiero meterte en un aprieto por…
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