Si aquel Ferrari rojo la hubiera impactado en pleno pecho en ese momento, probablemente Blair hubiera lucido mucho mejor. Nate observó cada detalle de su reacción, pero todo lo que podía ver en la cara de la muchacha era miedo y confusión mientras ella le devolvía una mirada de absoluta incredulidad.
—¿Qué está diciendo…? —balbuceó ahogándose con sus propias palabras—. Que tenga… que tenga un… para usted…?
—La explicación es bastante simple…
—¡Más le vale! ¿Cómo es eso de que tenga un bebé para usted? ¿Qué le parezco, útero móvil o qué? ¿Usted está drogado?... —exclamó la muchacha espantada—. ¡Oh Dios, perdón…! ¡Estoy tan nerviosa…! ¡Lo siento…!
Nate se pasó la mano por el cabello, alisándolo y tratando de pensar muy bien cómo iba a decirle aquello.
—Eres una mujer inteligente, debe saber lo que son los vientres subrogados, ¿verdad?
Blair pestañeó despacio, encajando el concepto.
—Pues sí, pero...
—Algo como eso es lo que necesito. Una mujer que acepte tener un hijo para mí. Tú ya tienes una hija sana, así que no hay problemas contigo, y además necesitas el dinero con desesperación, y yo estoy dispuesto a pagar bien.
La muchacha abrió y cerró la boca varias veces intentando responder algo, pero su respiración se hacía cada vez más entrecortada. Finalmente, se tambaleó un poco hacia una de las sillas frente al escritorio y se sentó allí, mirándolo aturdida.
—Es que... ¿Un bebé...? Pero... ¿por qué? ¿Usted es estéril o algo así? ¿O su esposa no puede tener hijos? – lo interrogó.
—No estoy casado —replicó Nate con tono áspero, pero luego fue a sentarse en la butaca frente a ella—. Y no tengo intención de casarme nunca, pero necesito tener un hijo.
—¿Necesita? —Para Blair aquello era cada vez más absurdo, así que él respiró profundo y se llevó dos dedos al puente de la nariz antes de responderle.
—Mi padre quiere un nieto, y yo no estoy dispuesto a casarme o a tener una relación para conseguir eso —le explicó—. Me dio cierto tiempo de plazo para tener un hijo, o de lo contrario perderé el control de esta compañía, porque al parecer no doy una buena imagen.
La boca de Blair hizo una pequeña O, comprendiendo.
—¡Ah...! Cree que usted es un mujeriego.
—Cree que soy gay —gruñó Nate.
—¿Y lo es?
—¡¿Y te importa?!
—Perdón... —susurró Blair, y él volvió a bufar con frustración.
—¡Mira, no, no soy gay, y tampoco soy un mujeriego! ¡Simplemente no quiero tener una pareja y necesito un bebé! Esto es una propuesta de trabajo como otra cualquiera, quizás con algunas diferencias mínimas...
—¿Mínimas? —La muchacha lo miró como si fuera alguien de otro planeta.
—¡Ok, quizás es un poco significativa la diferencia porque mi padre no va a aceptar a un banco de inseminación...!
La vio levantarse y retroceder un par de pasos.
—¡¿Disculpe?! —balbuceó.
—A ver, ¿sí sabes lo que es el sexo tradicional o a tu hija te la hizo el Espíritu Santo? —gruñó Nate en respuesta, y Blair se abrazó el cuerpo con inquietud.
—Yo... no sé si podría aceptar algo como eso, Señor Vanderwood —murmuró con sinceridad—. Tener un hijo para personas que lo esperan y saben que van a amarlo es una cosa, pero tener a un bebé para entregarlo por un negocio no es...
—¡Hey, hey, hey, alto ahí! ¿En algún momento te dije que no seré capaz de amar a mi hijo? —espetó él—. ¡Y encima va a ser el único hijo que tenga! Así que créeme, no voy a ser un padre desnaturalizado que solo se lo tira a la niñera como si fuera un objeto. Vengo de una buena familia, tuve una buena crianza, y ese bebé va a estar rodeado de tíos, primos y abuelos que lo van a adorar, y con los que siempre me estaré peleando para que no lo malcríen. ¡Pero en ningún momento permitiré que mi hijo sea solo un accesorio de mi vida!
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