BEBÉ POR ENCARGO romance Capítulo 34

Blair no sabía cómo expresarlo, aquel beso era tan caliente que ninguno de estos había esperado la chispa que desencadenaría. Aquellos momentos solían ser incómodos entre ellos, sin embargo no podía negar que ver a otra mujer coqueteándole la había molestado, y ni siquiera tenía que preguntarle a Nate, porque era más que obvio que a él le había faltado poco para arrancarle la cabeza a Charles Gardiner.

Sintió su lengua explorando su boca mientras sus manos batallaban contra aquel vestido y se le escapó un gemido gutural.

—Esto... es parte del calendario... —murmuró suspirando como si fuera necesario aclararlo para que ninguno de los dos se hiciera la idea equivocada.

—¡Claro! —jadeó Nate bajando el cierre de su vestido y haciendo que se deslizara por su cuerpo hasta caer al suelo, pasó saliva mientras a sus ojos se llenaban de lujuria al verla desnuda y balbuceó—: Solo el calendario...

Su boca se encontró de nuevo con la de Blair y las manos de la muchacha fueron a soltar la pajarita y cada botón de su camisa. Le quitó el saco con un gesto apresurado mientras aquel cosquilleo se extendía por su cuerpo.

Blair jadeó por lo bajo y sus manos delinearon los músculos del abdomen y alcanzaron su espalda con una caricia demandante.

Había algo allí, un fuego de esos que era imposible detener, y el sonido de Nate abriéndose aquel cinturón envió un latigazo de deseo entre sus piernas que la hizo apretarlas una contra otra.

De repente sintió su boca bajando hacia su garganta, dejando un reguero de besos y mordiscos hasta alcanzar el borde del brasier, que también desapareció como por arte de magia. Su cuerpo se tensó y se arqueó involuntariamente mientras Nate se metía a uno de sus pezones en la boca y gruñía contra su piel, haciéndola caer en el sofá.

—¡Dios, esto es demasiado...! —gimió ella y solo sintió esa risa caliente contra su piel mientras Nate bajaba por su vientre y le abría las piernas, observándola mientras se mordía los labios.

—Tengo hambre... —murmuró haciendo que la muchacha lo mirara contrariada, pero aquel pulgar sobre su clítoris la hizo estremecerse, en especial cuando escucho aquellas palabras llenas de tentación—. Hora de comer...

Blade ahogó un grito cuando la sonrisa descarada de aquel hombre se perdió entre sus piernas, y cerró los ojos, cediendo al placer que le provocaba su boca, su lengua, sus dedos invadiéndola con movimientos firmes y profundos. Nate lamía, mordía, chupaba, y cada gesto hambriento suyo arrancaba un grito de la garganta de Blair que lo ponía las nubes.

Podía sentir cada espasmo en su vientre, cada contracción de su sexo, la forma en que las paredes de su vagina latían contra él con fuerza, como si quisiera devorarlo. El arco de su espalda se lo dijo todo y una de sus manos fue a acariciar sus senos mientras le daba aquella orden.

—Quiero escucharte terminar, nena... Córrete para mí...

—¡Nate...! ¡Por favor...!

—¡Vamos, Blair, déjame hacerte feliz...! ¿Te gusta esto? ¿Mmmm?

—¡Nate....!

—Tengo hambre, nena, así que no voy a parar... Vamos córrete...

Blair sentía que su cabeza iba a estallar mientras su cuerpo se lanzaba a aquel vacío. Había cosas deliciosas en el mundo, había sexo desenfrenado, había orgasmos maravillosos... y luego estaba correrse contra la boca de Nate. ¡Aquello sí que era otra dimensión!

El orgasmo le llegó con tanta violencia que todavía se estaba estremeciendo cuando lo sintió levantarla de las caderas y sentarla a horcajadas sobre él en el suelo.

—Tu turno —la retó restregando aquella erección contra la humedad que escurría de su sexo, y Blair alcanzó el cabello de su nuca con una mano, enredando allí sus dedos para tener de dónde afianzarse mientras con la otra lo masturbaba despacio, tensando aún más aquella erección antes de bajar sobre ella.

—¡Dios! —exclamó desesperada mientras sentía cada centímetro de aquel miembro acerado abriéndose camino dentro de ella.

Era como si cada célula de su piel se rompiera, como si el roce fuera demasiado para soportarlo, como si estuviera abriendo su cuerpo y su alma de una vez.

Echó atrás de la cabeza mientras lo sentía topar con su final y sabía que aún faltaba más. Sintió su lengua contra sus pechos y sus manos aferradas a la curva de sus caderas para ayudarla a moverse.

Era la gloria cabalgarlo, saborear el sudor entre los dos, hundir su lengua en la boca de Nate mientras él la embestía con fiereza, arrancando gemidos de su boca que llenaban aquel cuarto como un eco.

—¡Esto es lo mejor del mundo! —gruñó él sobre su piel—. ¡Maldit@ sea, Blair, eres lo mejor del mundo! —jadeó desesperado mientras intentaba controlar aquellas ganas de follársela de verdad, sin contemplaciones, empujándose tanto dentro de ella que los hiciera gritar a los dos.

—¡Más! —suplicó ella entre gemidos y Nate negó con un jadeo entrecortado.

—Más va a ser demasiado duro, nena…

—No me importa... —gimió Blair echando el peso de su cuerpo a un costado y Nate rodó sobre ella en la alfombra.

—¡Maldición! —soltó porque sabía que aquella era la posición perfecta para dejarse ir—. Solo dime cuando quieras que pare...

Y nop, eso no iba a pasar.

La primera embestida profunda hizo que Blair se arqueara y gritara, pero de su boca solo salió una palabra.

—¡Más…!

CAPÍTULO 34. Un contrato en una servilleta 1

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