—¡Lárgate de aquí! ¡Lárgate, no quiero volver a verte! —rugió Nate con tanta fuerza que un segundo después Ranger bajaba las escaleras dispuesto a darle la paliza que le había prometido, hasta que se dio cuenta de que aquellos gritos no eran para Blair.
—¿Quieres que le eche a los perros? —gruñó mirando a Sienna con molestia—. Aunque la verdad es que los años no la han tratado demasiado bien, si los perros la dejan todavía peor, me va a dar penita.
Siena lo miró con rabia. Ranger siempre había sido como una piedra en su zapato, el mejor amigo de Nate. Los únicos años en que había logrado alejarse de él había sido cuando se había enlistado en el ejército, pero tenerlo de vuelta era otro contratiempo con el que no había contado, aunque ciertamente había tratado de usarlo a su favor.
Les dio la espalda y se dirigió a la salida con la misma actitud de niña dulce y ofendida. Ya no le creía nadie, mientras Blair se giraba hacia Ranger.
—No tenemos perros.
—Por echar a esa, yo hasta muerdo —rezongó y luego miró a Nate—. ¡Tú, ven conmigo, ahora, tenemos que hablar! —sentenció con voz dura, y su mejor amigo tragó en seco.
—¿No me puedes golpear después? Me gustaría poder hablar con Blair mientras todavía parezco persona y no tu saco de boxeo.
Ranger levantó una ceja divertida y negó.
—Créeme, a mi saco de boxeo le irá mucho mejor que a ti —le dijo—. Con Blair hablas luego, ella es buena interpretando expresiones. Pero ahora vamos, tenemos una conversación pendiente.
La muchacha no dijo nada, solo se fue a la cocina y comenzó a preparar chocolate como si realmente no estuviera dispuesta a meterse en esa discusión.
¿Qué hablaron? Realmente no lo supo. Pero Matt llegó poco después a la casa, con una resaca del demonio, y se acomodaron los dos a hablar en la sala frente a la chimenea, mientras competían por ver quién tenía más náuseas.
Para cuando llegó la hora del almuerzo, ya estaban bastante mejor, y Nate acorraló a Blair en uno de los pasillos.
—¿Vas a dejar que te pida disculpas? —murmuró, y la muchacha apretó los labios.
—¿Va a ser la última vez que me las pides?
—Probablemente no.
—Entonces no te disculpo —declaró ella con firmeza—. Si no puedes aprender de esto, entonces todas tus disculpas son vacías, Nate.
—Blair, por favor...
—Nate, ahora lo único que quiero es una prueba de paternidad para poder estar tranquila —replicó la muchacha—. Creo que ya ha quedado bastante claro que estoy teniendo un embarazo difícil, no necesito que tus dudas lo hagan todavía más complicado.
—¡Lo sé, lo sé, yo entiendo!, pero… ¿qué tengo que hacer para que me creas que esto no va a volver a pasar?
—Que no pase —murmuró ella—. Ya Matt se puso en marcha para investigar a los laboratorios que hacen pruebas de paternidad temprana. Por favor, vayan ustedes a elegir alguno y vamos a hacernos esa prueba mañana mismo.
Le dio la espalda y se alejó. Ella no quería hablar, y él sabía que hablando no iba a poder conseguir que confiara de nuevo en él.
Ese mismo día Matt y él rastrearon un par de laboratorios y eligieron uno. Fueron a visitarlo y pidieron informes; y a la mañana siguiente, Nate tuvo que tragarse su inconformidad cuando vio a Blair preferir irse en el auto de Ranger que con él.
Realmente los exámenes no demoraron nada, solo un pinchazo, una jeringa de sangre y esperar una semana por aquellos resultados.
En el mismo momento en que Nate puso un pie dentro de aquella clínica con ella, se arrepintió, pero en aquel punto sabía que no podía hacer nada más que darle el gusto en aquella prueba de paternidad.
—Blair, escucha —dijo llevándola a un rincón mientras Matt se ocupaba de pagar las pruebas—. Por favor, de verdad no tenemos que hacer esto. Ya sé que se me salió el ogro, pero de verdad confío en ti y sé que Ranger preferiría matarme antes que traicionarme, entonces... ¿Por favor, podemos olvidar esto? El resultado no va a significar nada para mí. Yo sé que el bebé que estás esperando es mío...
Pero por más que quisiera explicarle, Blair estaba bastante segura de lo que quería y por qué.
—Nate, sé que confiar en las personas es un acto heroico para ti —murmuró con tristeza—. Después de todo lo que te ha pasado, honestamente ya no me parece raro. Pero tienes que entender esto: no tengo la culpa de lo que te pasó, Nathalie no tiene la culpa de lo que te pasó y este bebé mucho menos, así que no puedo darme el lujo de que te descargues con nosotros. Quiero la prueba de paternidad porque cuando mi hijo llegue a este mundo, necesita un papá que lo ame, que no dude de él, porque lo mismo él que Nathalie solo te van a tener a ti. ¿Entiendes eso?
Nate apretó los labios con un gesto de impotencia y negó despacio.
—No tiene por qué ser así...
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: BEBÉ POR ENCARGO