Nate estaba tan pálido que Blair casi podía asegurar que se desmayaría de un momento a otro. Intentó despejarle la cara con las manos mientras lo hacía sentarse en el sofá y lo obligaba a mirarla.
—Nate, ¿qué es lo que está pasando? ¡Dime qué es lo que está pasando!
Se le estrujo el corazón cuando vio que los ojos de aquel hombre frente a ella se llenaron de lágrimas, porque era evidente que no tenía valor para decir lo que tenía que decir.
—Fue... Fue mi madre, Blair —respondió Nate con voz quebrada y la muchacha se cubrió la boca con las manos, intentando ahogar aquel gemido de sorpresa que la hizo caer en un asiento frente a él.
—¿Que tu madre qué, Nate…? ¿De qué hablas?...
—¡Pensé que la que estaba detrás de esto era Sienna! —exclamó Ranger.
A ver, no era como que el ex soldado jamás hubiera imaginado que Adaline les pasaba toda la información a las arpías aquellas, pero de ahí a ser la cabeza de aquellos atentados... ¡Eso sí que no lo había esperado!
—¿Qué fue lo que pasó? ¡Habla! —lo instó.
—Yo iba... Sabes que yo iba disfrazado como el conductor —murmuró Nate—. Se nos atravesó una manada de reses y entendí que algo iba a pasar, pero no esperé... ¡Ella le disparó, Ranger, ella se disparó a tu muchacha!
El rostro del ex soldado se puso lívido porque aunque se habían preparado para todo, realmente no había esperado algo como aquello.
—¡No me jodas, Nate!, ¿cómo está Joss? —preguntó asustado.
—Está bien... Al menos eso creemos, le disparó con un revólver de bajo calibre y las balas le pegaron al chaleco —respondió Nate restregándose la cara—. Se la llevaron en la ambulancia junto con papá, pero no estaba sangrando por ningún lado.
La tensión en su voz era palpable y Blair apretó su mano.
—Y tu padre, ¿cómo está tu padre? —lo interrogó.
—Colapsó —murmuró Nate con cansancio—. Colapsó y lo llevaron al hospital de emergencia porque le dolía el pecho. Puede ser... ¡Dios, no quiero ni imaginarme lo que pueda ser! Solo vine a buscarlos porque no quiero que estén lejos de mí, nena, no quiero que ninguna de las dos salga de mi vista, así que por favor arréglense porque tenemos que irnos al hospital.
Blair no se lo hizo repetir, y en solo unos pocos minutos todos estaban listos para irse. Para cuando llegaron al hospital, ya el resto de los chicos Vandewood caminaban en la sala de espera de un lado para el otro, y cada uno a su forma esquivaba la mirada de Blair porque les daba vergüenza todo lo que acababa de pasar.
Nate llamó aparte a Asher y le susurró una petición.
—Esa iglesia debe estar llena de gente. Alguien tiene que ir a decirles que todo se cancela porque papá se puso mal.
—Déjalo de mi mano, yo me ocupo —le dijo Asher porque sabía que en diez minutos podía solucionar eso, después de todo la iglesia estaba solo a unas calles.
Asher se ocupó de ir un momento y decirle a todos los invitados que se estaba cancelando la boda, y por supuesto que más de uno se dirigió al hospital para interesarse por la salud de su amigo. Pero la verdad era que nadie sabía todavía lo que estaba sucediendo, y la desesperación se tornó aún mayor cuando el médico salió con semblante preocupado.
—Por Dios, díganos que están bien —pidió Matthew porque desde que la ambulancia había llegado, no los habían dejado ver a ninguno de los dos.
—La muchacha está bien, se rompió una costilla por el impacto de las balas, pero estará bien.
Elijah respiró con cierto alivio, hasta que el doctor volvió a despegar los labios, y todos comprendieron que esa era la única buena noticia.
—Nuestro padre no está bien, ¿verdad? —preguntó Sebastián y el médico negó.
—Lamentablemente el señor Vanderwood sufrió un infarto, estamos estabilizándolo ahora mismo. Tenemos que meterlo al quirófano para colocarle un marcapasos. Su corazón a partir de ahora va a necesitar un poco de ayuda.
Los rostros de todos reflejaron el miedo que estaban sintiendo, pero el médico les explicó el proceso con toda la paciencia para que no se alarmaran.
—Ahora necesito que alguien me firme por el procedimiento, ¿está la señora Vanderwood aquí?
—No —respondió Nate apretando los dientes—. No está y no va a venir, así que yo me hago responsable, soy su hijo mayor.
Nate rellenó los formularios que hacían falta y firmó todo lo que se precisaba antes de entregárselo de nuevo al médico.
—Por favor, tengan paciencia y confíen en que todo va a salir bien —pidió, y a partir de ese momento, cada quince minutos alguien venía a informarles sobre la evolución del señor Rufus, hasta que por fin estuvo lo suficientemente estable como para que lo metieran al quirófano.
La noche comenzó a hacerse larga y penosa. Nathalie dormía en el hombro de Nate, que para aquel momento la abrazaba como si la pequeña fuera su único buen contacto con la realidad. Los hermanos iban y venían desde las máquinas de café. Elijah daba vueltas una y otra vez desde la pequeña habitación donde habían puesto a Jocelyn, y Ranger, después de asegurarse de que su amiga estaba bien, solo tenía ojos para vigilar el rostro cada vez más cansado de Blair.
—No puedes hacer esto, tú no —le dijo, viendo cómo intentaba controlar lo mal que se sentía.
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