Quizás era el instinto, o quizás fuera simplemente que Blair ya no tenías fuerzas para seguir escondiendo la verdad, y en cuestión de horas había dejado de ser fuerte y Nate era perfectamente capaz de percibir la debilidad a la que se estaba abandonando.
—¡Nena, tienes que decirme qué pasa! —la increpó asustado mientras las horas en aquel avión se le hacían eternas—. ¿Por qué estás así? ¿Qué es lo que está pasando? ¿Esto es por el bebé? ¿Es normal que te pongas así porque el bebé se acerca? ¡Por favor, dime!
Blair apretó su mano con cansancio, pero en ese momento lo único que quería hacer era dormir. El momento de las explicaciones, la negación y la desesperación ya no era ese; ahora lo que necesitaba era poder aguantar hasta llegar a Nueva York.
—Ahora no, cariño —murmuró con cansancio—. Solo abrázame, ¿sí? Abrázame un rato; vamos a llegar a casa.
Pero aquel desasosiego de Nate no iba a terminar cuando llegaran a Nueva York, al contrario. Las primeras palabras que salieron de la boca de Blair cuando estuvieron en su casa y fueron aún peores.
—Necesito que llames a Ranger. Dile que venga, por favor; él ya sabe qué hacer, él nos tiene que ayudar —le pidió la muchacha y él obedeció aunque no entendía nada.
Parecía como si segundo a segundo todo en Blair se debilitara, pero no quería moverse de allí o ir a ningún hospital hasta ver a Ranger.
Para el momento en que su mejor amigo atravesó la puerta y lo abrazó, ya Nate había perdido completamente la paciencia.
—¿Qué es lo que está pasando, Ranger? ¿Por qué dice Blair que nos tienes que ayudar?
Él respiró profundo y palmeó su hombro mientras le hacía un gesto para que lo siguiera la habitación de Blair.
—Hola linda, ¿cómo estamos? —preguntó abrazándola y dándole un beso en la frente mientras los ojos de la muchacha se cristalizaban.
—Ya es hora —susurró ella.
—¿Estás segura? —preguntó Ranger con el corazón encogido mientras sujetaba una de sus manos, y algo le dijo a Nate que se había perdido todo el contexto de la escena que estaba presenciando.
—Ya no puedo más —respondió ella—. Es ahora o nunca. Tenemos que poner a este bebé a salvo, ¿de acuerdo?
—Claro que sí. Vamos a poner a tu bebé a salvo —le aseguró Ranger—. Te lo prometo.
—Y luego te vas a ocupar de cuidar a Nate.
—Sí, señora, me voy a ocupar —dijo el ex soldado besando el dorso de su mano y sacando su teléfono.
Nate pudo ver las lágrimas de su mejor amigo cuando se giró hacia él y eso acabó de hundirlo todavía más.
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