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Capítulo 131 de Borracho y Atrevido: ¡Besé a un Magnate! novel
Viviana se quedó pasmada.
Sentía un calor que le nublaba la cabeza.
Solo sabía que aquel "perdón" de David era por las palabras que él le había dicho cuando ella fue por primera vez a su habitación.
¿Entonces...?
¿El jefe sarcástico ahora tenía remordimientos?
Pero, ¿qué significaban las frases que dijo después?
Le dio vueltas y más vueltas al asunto, repasando con detenimiento palabra por palabra todo lo que David acababa de decir.
Y le pareció que... Lo había entendido a la perfección.
Lo que había molestado a David era que ella no hubiera entrado en ese momento. Le había molestado que ella no tuviera el carácter suficiente, que siendo su secretaria se mostrara tan tímida, y que en vez de actuar con total tranquilidad y firmeza, solo pensara cosas sin sentido.
Una vez comprendido eso, las dos frases finales fueron muy fáciles de entender: David nunca permitiría que entre ellos pasara algo, ni que se generara ningún tipo de chismes.
De pronto, Viviana sintió un poco de vergüenza.
Contestó con seriedad: —Lo entiendo. Tienes razón. Si uno actúa con rectitud y pureza de corazón, no tiene por qué temer los malentendidos.
David se quedó al instante sin palabras.
No había entendido nada.
…
Cuando Viviana bajó las escaleras, la verdad se sentía mucho mejor.
David era alguien bastante difícil de tratar, sí, pero por lo menos tenía la disposición de bajar el tono y explicarse.
Eso evitaba que surgieran malentendidos.
A mitad de la noche, medio dormida, escuchó de pronto el sonido de un mensaje.
Se dio vuelta, buscó a tientas el celular y lo desbloqueó.
Era un mensaje de David: secretaria Viviana, recuerda venir a trabajar mañana.
Viviana estaba tan cansada que apenas logró abrir los ojos en medio de la oscuridad, entrecerrándolos mientras con gran esfuerzo tecleaba para responder: Está bien, jefe.
Pero no se dio cuenta de que sus dedos se desviaron un poco hacia arriba... Y en lugar de escribir "jefe", escribió "querido"...
Así, su mensaje pasó de "Está bien, jefe" a... "Está bien, querido".
Después de enviarlo, cerró automáticamente la conversación, arrojó el celular a un lado y se dio media vuelta para seguir durmiendo a pierna suelta.
A la mañana siguiente.
Siete y media.
Enrique ya tenía el desayuno preparado.
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