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Aunque las suposiciones de Samuel eran bastante atrevidas, y el jefe David no parecía ser ese tipo de persona, tampoco podía descartarse... Que, en verdad, se sintiera solo.
Viviana no tenía ni idea de lo que Samuel estaba imaginando.
Durante la semana siguiente, su trabajo transcurrió sin tropiezo alguno. Logró entender con facilidad la estructura del personal clave tanto de la sede central como de las sucursales, y se familiarizó con los distintos proyectos "tanto grandes como pequeños" que se habían estado llevando a cabo durante el último año.
Poco a poco, fue estableciendo buenas relaciones con los gerentes de los departamentos y los altos cargos de la empresa.
También aprovechó las horas del almuerzo y después del trabajo para invitar a los miembros del departamento de secretaría a comer en varias ocasiones, con el fin de acelerar el proceso de integración.
Después de todo, los necesitaba a diario, y tener subordinados que cooperaran era para ella algo crucial.
El primer día, algunos la miraban con cierta hostilidad, pero después con el transcurrir de unos días ya la llamaban "jefa" y hasta le llevaban bebidas sin que lo pidiera.
Claro que lo que más le agradaba era que... Después de la siesta del jefe David, Samuel no le pedía que fuera a despertarlo.
El café de la mañana, el licor de la tarde, Samuel siempre se apresuraba a decir que él se encargaba con esos quehaceres.
Samuel era un compañero excelente.
Lo había malinterpretado al principio.
…
Miércoles.
Viviana tenía que acompañar a David en un viaje de trabajo.
Eran dos días y una noche.
Saldrían por la mañana y regresarían por la tarde del día siguiente.
La noche anterior, mientras preparaba meticulosa su maleta, Rosa estaba sentada pensativa en su cama abrazando un cojín, con la barbilla apoyada en las manos como una adolescente: —¡Woooow! Solo ustedes dos... Qué emocionante. ¡Tienes que aprovechar esta valiosa oportunidad...!
Viviana enseguida le cubrió la cara con una prenda: —¿Aprovechar qué? ¡Es un viaje de trabajo!
Rosa se quitó la prenda del rostro: —También podrías aprovechar para tener un desliz. Reprimir las emociones no es conveniente para la salud física. El autocontrol emocional no debe interferir con las necesidades naturales del cuerpo. Una regulación fisiológica saludable mejora el bienestar... Y prolonga la vida.
Viviana se rió: —¿Y tú crees que él es acaso el acompañante más solicitado del club nocturno? ¿Que si le lanzas diez mil dólares se acuesta obediente y te deja hacer lo que quieras?
Rosa entrecerró los ojos con cierta picardía y alzó una ceja: —Tal vez... Y si sí quiere.
Viviana: —¿Estás insinuando que lo trataría como a un gigoló?
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