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Borracho y Atrevido: ¡Besé a un Magnate! Capítulo 17
Borracho y Atrevido: ¡Besé a un Magnate! por Hinovel
Ella abrió enseguida el mensaje.
Enrique había respondido: El viernes, acompañaré al señor David a una reunión con un cliente en el Hotel Mirador del Mar. Quizá señorita Viviana le podrías llevarle el traje allí.
Viviana: ¿Eh?
En ese momento, su cabeza estaba a punto de estallar con tantos signos de interrogación.
¿David quería verla otra vez?
¿Y ahora en un hotel?
¡Y además en uno tan apartado que, aunque alguien gritara o cometiera un crimen, nadie lo escucharía!
Entonces David... ¿qué... Qué pretendía con todo esto?
Viviana no se atrevía a sacar conclusiones.
No es que fuera cobarde ni que no tuviera el valor suficiente de aprovechar una oportunidad que se le presentara. Era solo que no lograba descifrar el carácter de ese heredero. Ella solo quería hacer crecer su carrera, sin verse envuelta en asuntos tan complicados.
Después de pensarlo por largo rato, decidió imitar su actitud fría y no respondió por el momento.
En el estacionamiento de abajo,
Enrique suspiró y guardó el celular en el bolsillo.
Aunque no era necesario forzar la situación, tenía la sensación de que el señor David no opinaba lo mismo. Además, le había oído decir a Samuel que la señorita Viviana había solicitado ese empleo por iniciativa propia. Sin duda alguna, había algún malentendido entre ellos, por eso él... Se atrevió a tomar la iniciativa esta vez.
Solo viéndose cara a cara podrían aclararlo de una vez por todas.
Pero la señorita Viviana también era bastante terca...
El Bentley salió disparado del residencial justo cuando un Ferrari pasaba por la calle.
Cipriano detuvo su auto al borde del camino, frente al fraccionamiento.
Ella no le contestaba, ni respondía sus mensajes. Sentía en ese instante que iba a explotar.
Poco después, recibió en su celular la lista de residentes de Villas Lago Azul que había mandado investigar.
Pero lo que más lo sorprendió no fue ver el nombre de Viviana, sino descubrir que en el último piso del mismo edificio... Vivía David.
¿Ese David? ¿El de la familia Medina?
Ya había escuchado hace rato que David había regresado al país.
La familia Medina siempre había sido una de las más poderosas y reservadas de Altoviento. Sus miembros rara vez aparecían en público. David no pertenecía a su mismo círculo social, pero lo había visto un par de veces, cuando ambos tenían quizás unos quince o dieciséis años a lo mucho, en fiestas organizadas por otros. Entonces, era tan altivo como una estatua de jade blanco.
¿Viviana le había ocultado que había comprado un departamento... justo en el mismo edificio, encima del de David? ¿Había alguna relación en todo esto?
¿O era solo una coincidencia?
Sin querer, recordó la escena en el campo de golf.
...
Después de dos horas, Viviana salió en su auto del fraccionamiento. Al ver el Ferrari estacionado justo a un lado de la calle, frenó de golpe.
Cipriano fumaba impaciente. El humo blanco flotaba sobre sus cejas marcadas.
Su expresión daba miedo.
Viviana pensó rápido.
En el tiempo que tardó en acercarse al auto, ya había ideado cómo manejar la situación.
Se bajó abrió la puerta del copiloto y se sentó sin más. Tomando la iniciativa, le preguntó con frialdad: —¿Qué es lo que haces aquí? ¿Acaso, me estás siguiendo?
Cipriano tomó su celular del tablero con la misma mano con la que sostenía el cigarro y lo arrojó sobre sus piernas: —Explícame qué es todo esto.
Viviana lo recogió y vio en la pantalla encendida la lista de residentes por piso de Villas Lago Azul.
Se lo devolvió con calma: —¿Qué tiene de malo que, después de tantos años de trabajo, me haya comprado un departamento? El enganche lo pagué con mi propio dinero, no sé ni un centavo tuyo para cómpralo.
Los ojos de Cipriano se afilaron; no se dejó desviar por su estúpida explicación: —Viviana, no me vengas con esa clase jueguitos. ¿Esto es por dinero? ¿Por qué compraste ese departamento? ¿Por qué me lo ocultaste?
—No creí que fuera necesario decirlo. Quiero tener algo que sea realmente mío, una casa a mi nombre. ¿Eso está mal?
En aquel entonces, la familia Guzmán la acusó de ir tras su dinero y la obligó a firmar un acuerdo prenupcial adicional.
Cipriano se quedó en completo silencio por un instante, luego sonrió incrédula: —¿En todos estos años he sido tacaño contigo? ¿Esa colección de joyas que te regalé no vale más que un departamento?
Viviana no respondió.
Cipriano sacó con desprecio su billetera y, sin pensarlo demasiado, sacó furioso las tarjetas doradas y negras, y se las arrojó de nuevo: —¿Te gusta comprar propiedades? Compra las que quieras. Pon tu nombre en todas. Compra hasta que te canses.
Viviana soltó una risa mordaz: —El gerente Cipriano sí que es bastante generoso.
Tal vez, por todo ese dinero, debería aguantar su traición y seguir siendo una máquina de hacer dinero.
La verdad esto no sonaba tan mal.
Pero ella no se resignaba a vivir una vida atrapada en un callejón sin salida.
Viviana recogió la billetera que había caído al suelo y volvió a guardar cuidadosa cada tarjeta en su sitio: —Por ahora no quiero comprar nada. Cuando tenga ganas de hacerlo, te pediré el dinero.
Puso la billetera sobre su pierna. Cuando quiso retirar la mano, Cipriano la sujetó con fuerza, la miró y preguntó: —¿Ya no confías en mí?
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