Resumo de Capítulo 49 – Borracho y Atrevido: ¡Besé a un Magnate! por Internet
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Sentía rabia, pero también risa.
Sin embargo, pensándolo bien, aunque este viaje fuera por un nuevo trabajo, en realidad también era una forma de despejarse un poco tras un tormentoso el divorcio. Era bastante interesante; no se sentía menos enriquecedor que haber ido sola a Islandia a experimentar la soledad en completa libertad.
Entre todo el bullicio y ajetreo del trabajo, no le quedaba tiempo para pensar en Altoviento.
Tampoco sabía cómo estarían las cosas por allá ahora.
...
Al mismo tiempo,
en Altoviento.
Rosa había citado a Cipriano en su despacho jurídico.
La noche fuera de la oficina era muy oscura. Ese día había llovido sin parar en Altoviento, la temperatura había bajado con brusquedad, las nubes cubrían el cielo densamente, y toda la ciudad se veía gris y apagada.
Cipriano vestía un traje gris oscuro, el cabello perfectamente peinado, sin un solo hilo fuera de lugar, la barba afeitada, y su rostro apuesto seguía tan impecable como siempre. Sentado cuidadoso en el sofá con las piernas cruzadas, emanaba una presencia opresiva y sombría.
Seguía siendo el mismo señor Cipriano fde siempre, altivo y dominante.
Parecía que aquel hombre que días atrás había perdido la cabeza, quebrado hasta el llanto, nunca hubiera existido.
—Pensé que estarías destrozado... Al menos hiciste el intento. —Dijo Rosa con sarcasmo: —Pero bueno, mejor así. Cuanto antes te calmes, antes se termina este proceso como debe ser.
Empujó hacia él el acuerdo de divorcio que estaba sobre el escritorio.
Cipriano lo tomó con aparente normalidad.
Lo hojeó con calma hasta la última página, donde estaba su firma.
La fecha correspondía al día en que había regresado de un viaje de negocios en Suiza, hacía aproximadamente un mes.
Recordó cómo ella había entrado a su oficina ese día, a toda prisa con un montón de documentos para firmar. En ese momento, ella estaba tranquila, le sonreía mientras lo veía firmar.
—El periodo de reflexión ya pasó. Cuando Vivanita regrese, ustedes van al Registro Civil, obtienen el certificado de divorcio y este matrimonio se dará por terminado. —Dijo Rosa entusiasmada.
—Ella quería estudiar medicina, pero eligió finanzas solo para estar en la misma universidad que tú. Por ti desobedeció por primera vez a sus padres. Por ti aceptó casarse en secreto. Por ti trabajó de forma incansable durante cuatro años, solo para demostrarle a tu familia que aunque no tuviera apellido, podía ser tu mejor apoyo por siempre.
—¡Qué ilusa fue! Puso toda su alma en amarte y, al final de cuentas, fue como una puñalada que la acabó.
—El daño que le hiciste nunca, jamás se podrá reparar.
—Vivanita decidió divorciarse de esta forma no porque fuera débil, sino porque te desprecia con el alma. Te desprecia tanto que no vale la pena discutir contigo, ni pelearse por una tercera persona. Solo ha querido que desaparezcas de su vida.
—Está decidida, completamente decidida.
—Vendió todo lo que alguna vez compartieron. Incluso las alianzas de boda. Quemó las fotos de su boda. Me dijo que quería quemarlas delante de ti, para recordarse a sí misma que jamás debe mirar atrás.
Rosa se secó de manera discreta una lágrima en la comisura del ojo: —Te cuento todo esto no para juzgarte, sino para dejarte en claro que ella no va a volver. Si de verdad te sientes culpable por todo esto, termina el proceso legal como corresponde. Dale la compensación que le debes. Es lo mínimo de dignidad que le queda a estos ocho años que compartieron.
Cipriano se inclinó con tristeza hacia adelante.
Sentía un dolor agudo en algún rincón de su desgastado cuerpo, como si lo estuvieran aplastando por dentro. Tomó el acuerdo de divorcio y lo hizo trizas: —¡No me voy a divorciar! ¿Quién dijo que no la amo? ¡La amo! ¡La amo! ¡La amo profundamente!
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