Lucas frunció el ceño y soltó a Kent, éste se dio la vuelta y echó a correr, haciendo señas para que Helda y Lucas lo siguieran.
Yo, angustiada, intenté detener a mi amiga: "Helda, no le creas, él es un asesino, ¡no vayas, no vayas!".
Pero, ¿cómo ella iba a perderse semejante oportunidad? Estaba demasiado ansiosa por encontrarme.
"¡Detente!", Helda salió corriendo detrás de él, gritándole para que se detuviera.
Yo, en pánico, los seguí y le grité a Lucas: "¡Apúrate, tienes que protegerla, te lo suplico!".
Lucas reaccionó y también salió corriendo tras ellos, siguiendo a Kent, él parecía tener problemas para correr; se notaba que estaba haciendo un esfuerzo desesperado y la sangre le escurría por sus piernas largas y flacas, en una visión espantosa; vestía unos pantalones demasiado cortos y desgastados, como si los hubiera recogido de algún lado.
Me preguntaba, si de verdad era de la familia Linares y si ellos lo trataban tan bien, como a un joven heredero, ¿cómo podía ser que vagara sin rumbo fijo? Probablemente, la gente de la familia Linares también lo despreciaba. No sabía en qué condiciones había crecido Kent, y tampoco quería empatizar con un asesino psicópata en serie, porque sin importar lo que hubiera vivido, matar a gente inocente estaba mal.
"¿Estás herido?", Lucas frunció el ceño y agarró el brazo de Kent. "¿A dónde nos llevas?".
Kent parecía asustado, soltó el brazo de Lucas con miedo y se cayó al suelo, pero se levantó y siguió corriendo. Había perdido sus zapatos y las plantas de sus pies estaban llenas de cicatrices horribles, como quemaduras de haber pisado brasas ardientes.
Estaba en shock al ver a Kent caerse cada pocos pasos, ¿qué había vivido realmente?
"¿Qué le pasó a sus pies?", Helda también estaba en shock al verlo levantarse tras cada caída; sus pies estaban llenos de quemaduras, cada paso debía ser tan doloroso como caminar sobre el infierno, ¿verdad?
"Son quemaduras", Lucas frunció el ceño y, cuando Kent se cayó otra vez, se acercó para tenderle una mano.
Kent lo miró, pero no tomó su mano; parecía acostumbrado a estar solo. Levantándose del suelo, él continuó cojeando hacia adelante, dejando huellas sangrientas en el camino.
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