Renán parecía inexpresivo, tan frío como siempre.
Yuria, por otro lado, parecía que le había pegado el gordo en la lotería, mirando su barriga como si no pudiera esperar a que su bebé llegara al mundo.
No pude evitar soltar una risita irónica. Si yo no me hubiera muerto, ¿qué hubiera hecho Renán con el pequeño que yo llevaba en mi vientre? ¿Me hubiera forzado a abortarlo o él mismo me hubiera arrancado a mi bebé con sus propias manos?
El tipo era capaz de cualquier cosa.
Parece que mi risa sarcástica los sacó de su mundo, porque Renán y Yuria giraron sus cabezas hacia mí al mismo tiempo.
Vi un destello de sorpresa en sus ojos.
Renán palideció y se me acercó como si viera un fantasma. "Nayri..."
Fruncí el ceño. Aunque Ainara se parecía un poco a mí, no tanto como para que Renán se confundiera. "¿Y tú quién diablos eres?"
Renán me miró fijamente, como si de repente se hubiera dejado caer en un abismo de decepción.
"Maldito loco..." murmuré para mis adentros, apretando los puños al pasar por su lado.
"Renán, ella no es Nayri, te estás confundiendo..." Yuria estaba llorosa, agarrándose del brazo de Renán. "Renán, la gente no vuelve de la muerte, no puedes seguir así. Piensa en nosotros, en nuestro bebé."
Mis pasos eran como los de un zombi, cada uno resistiendo las ganas de volver y acabar con esos dos sinvergüenzas.
Pero no era el momento, primero tenía que dejar que Renán viera la verdadera cara de Yuria, arrancarle esa máscara de santa que llevaba puesta y desenmascararla.
"Doctor, aquí están los resultados de los análisis de sangre de la señora." La empleada le pasó el papel al médico.
Sentada en la silla, podía sentir la mirada de Renán clavada en mí, haciéndome sentir incómoda.
¿Qué diablos estaba mirando?
"Renán, vámonos." Yuria intentó llevarse a Renán.
Él me miró por última vez, murmurando incluso después de salir de la consulta. "¿Realmente no es Nayri?"
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