Alexis Kontos
Ver a Tarah entrar en la sala, causó una diversidad de emociones en mí, desde sorpresa, alegría, temor, y este último fue lo que prevaleció.
Traté de hablar, pero solo salió un balbuceo sin sentido, producto del miedo que me produjo que ella malinterpretara lo que había visto, cuando me di cuenta de que eso podía traer problemas entre nosotros, encontré por fin la voz.
—¡Tarah! Te juro que no es lo que tú piensas —expresé y ella me observó con una expresión, sería.
—Tú y yo tenemos una conversación pendiente, pero antes déjame salir de esta regalada —siseó con un gruñido.
—Y en cuanto a ti, espero que tengas bien presente, que no puedes volver a acercarte a mi marido. Deberías aprender a respetar a las personas.
La haló con tanta fuerza que los cabellos de la mujer le quedaron en las manos, ella abrió los ojos de par en par y se quedó mirando la mano con una expresión divertida, mientras todos los hombres presentes la mirábamos asustada.
—¡Dejen el show! No le arranqué las mechas, son sus extensiones —pronunció con tanta tranquilidad como si estuviera hablando del clima.
La mujer aprovechó la distracción para levantarse y huir, pero antes de que pudiera dar dos pasos, Tarah, la volvió a tomar de los cabellos.
—¿Dónde crees qué vas? ¡Quédate aquí! —inquirió molesta.
La mujer quedó atónita y, a diferencia de su actitud provocadora anterior, ahora estaba visiblemente asustada. Con una mirada temerosa en sus ojos, obedeció a Tarah quien aún la sostenía por el cabello con fuerza, y su expresión autoritaria no dejaba lugar a discusión.
Mis socios, que habían estado observando con diversión, quedaron completamente serios y sorprendidos por la actitud de Tarah. Uno de ellos incluso se atragantó con su bebida y empezó a toser.
Tarah continuó hablando con la mujer.
—¿Por qué lo molestabas? ¿Acaso él te dio confianza para hacerlo?
La aludida negó, claramente aterrada. No estaba en posición de desafiar a Tarah en absoluto.
—Disculpe… no volverá… a pasar —tartamudeó.
Finalmente, con un movimiento brusco, Tarah soltó a la mujer, quien retrocedió tambaleándose, sorprendida y humillada. La expresión coqueta que había tenido hace un momento se había desvanecido completamente de su rostro.
—Ahora, por favor, retírate y no vuelvas a acercarte a él, porque la próxima vez te saco los ojos por resbalosa —. Su voz era fría y autoritaria, y la mujer finalmente dio media vuelta y se alejó con la cabeza gacha.
Mis socios estaban estáticos, ni siquiera se atrevían a moverse, incluso, yo durante todo ese tiempo tampoco me atreví a hacerlo, pero cuando reaccioné, me sorprendí al ver a Tarah con una mezcla de enojo y reprobación en sus ojos.
—No he terminado contigo Alexis Nickolai Kontos, tienes muchas explicaciones que darme —dijo cruzándose de brazos.
Cuando los hombres que me acompañaron la escucharon decir eso, se levantaron corriendo.
—Señor Kontos, creo que lo mejor es que nosotros nos vayamos, no queremos interrumpirlos.
—¡Sí, claro! —añadió otro—. Esto es un asunto que deben arreglar ustedes.
—Totalmente de acuerdo —dijo otro también nervioso.
Y en ese instante, todos intentaron salir de la sala al mismo tiempo, como si hubiera sonado una alarma de incendio. La prisa y el miedo por lo que había sucedido los hizo chocar entre sí, tropezar en la puerta e incluso estuvieron a punto de caer.
Tarah observó la caótica estampida con asombro, sin duda, no se esperaba tal reacción. Yo no podía evitar reír a carcajadas mientras veía a mis socios tratando de salir de la sala. Tarah finalmente se volvió hacia mí, todavía con una expresión de enojo.
—¿Por qué te ríes? —me espetó.
Todavía riendo, traté de explicarme.
—Es solo que nunca me imaginé que fueras celosa a ese punto, Tarah, pareces una fiera marcando territorio, lo único que te faltó fue orinarme.
No sé por qué hablé más de la cuenta, porque mis palabras parecieron aumentar su enojo.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: CASADA CON EL SUEGRO DE MI EX. ATERRIZAJE EN EL CORAZÓN