Tarah Kontos
El rostro de Alexis se llenó de furia y sus ojos despedían una mirada asesina mientras se levantaba de la mesa, con la clara intención de ir a buscar a mi hermano.
Mi corazón latió con fuerza al verlo caminar hacia la salida, preocupada por lo que podría suceder a continuación.
Lo retuve sosteniéndolo con fuerza del brazo.
—¡No hagas eso! Estás actuando como no debes. Sabes que tu hija ha sufrido mucho, y después de conocer a mi hermano sonríe y es feliz, de estar embarazada para ella sería una absoluta felicidad y para él también. Porque ambos se aman ¿Acaso no lo has visto?
—Tu hermano no solo se atrevió a comerse el mandado antes, sino que de paso dejó embarazada a mi hija —pronunció indignado.
—¿Y qué? Ella no es ninguna chiquita, no puedes oponerte ahora a Zachary, cuando debiste hacerlo fue cuando se casó con Anthony y era casi una niña, no lo hiciste, por el contrario, la apoyaste, incluso no me dejaste a mí a que desenmascarara al desgraciado, ahora me parece injusto que lo hagas con un hombre que realmente la ama. Y no es porque sea mi hermano, pero estoy segura que Zachary no va a hacerle daño. Y si ese es tu pensar entonces mis hermanos debieron agarrarte como pera de boxeo —sentencié molesta.
Con mis palabras, Alexis pareció debatirse entre su deseo de proteger a su hija y su ira por lastimar a mi hermano. Finalmente, suspiró y se dejó caer en una silla de la cocina.
—Tienes razón, Tarah… mi hija ha sufrido mucho, y solo porque no actué antes, por haberme equivocado y darle el beneficio de la duda a quien no debía, resultó lastimada. Debo tranquilizarme, aunque a veces mi preocupación como padre me haga reaccionar de manera impulsiva y dejar de razonar —dijo con un suspiro.
—Yo hablé con mi hermano y lo amenacé que de hacerle daño a Thalía yo misma se lo cobraría… y quizás sea que yo estoy equivocada, y mis sospechas no sean ciertas. Mejor espera que la llevaré a hacerse unos exámenes, no vayas a avergonzarla, ni le digas nada, yo me encargo y si es cierto, deja que sea ella quien te lo diga.
Alexis asintió, y justo en ese momento vimos entrar a Thalía a la cocina. Aún se veía pálida y preocupada, pero se acercó a su padre.
—Papá, me siento mal, pero no creas que es porque tu comida sea mala, es la mejor de todas, es solo que creo que tengo una bacteria —dijo con pesar.
—Sí, claro, una bacteria con dos pies y dos manos y bastante chillón —masculló entre dientes, y aunque yo lo entendí Thalía al parecer no lo hizo.
—¿Qué dijiste papá? —preguntó con interés.
—Sí que seguro es una bacteria, ¡Qué malo! —respondió mientras yo lo miraba con los ojos entrecerrados y una expresión de enojo.
Alexis me miró con amor y besó su frente.
—Te amo, princesa, creo que es bueno que Tarah te lleve al médico para estar seguros de que estarás bien y para que te receten unos medicamentos.
Thalía asintió mientras una leve sonrisa se dibujó en su triste rostro.
—Gracias, papá. Yo también te amo —le dijo ella, mientras yo suspiraba deseando que todo marchara bien.
Emma Leyton
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