Thalía Kontos
Estaba claro desde el primer momento que el padre de Zachary entró a la sala, que yo no era de su agrado, pero a estas alturas realmente no me importaba, el hombre que amaba tenía sentimientos recíprocos por mí y si por un momento había dudado fue como consecuencia de mis inseguridades, pero ya no más, Zachary me había demostrado que me amaba, el hecho de haber resultado herido por salvarme a mí era una muestra que no dejaba la mínima duda.
Eso y el hecho de estar esperando un hijo hacían que me sacara una fuerza incontenible desde lo más profundo de mí.
No estaba dispuesta a dejar que el padre de Zachary me minimizara y muchos menos que me alejara de su lado, sin embargo, antes de yo pudiera debatir, habló su madre
—Zacarías, ¡Ya basta! ¿Aún tienes ánimo de pelear? Si ella es la mujer a quien ama tu hijo, le encantará tenerla a su lado, por favor, no sigas —expresó como si ya no tuviera fuerzas.
Y un momento después, pudieron comprobar esa teoría cuando de manera repentina todos vieron a la señora perder el equilibrio y hubiese caído al suelo, si no la hubiera sostenido mi padre.
—¿Está bien? —le preguntó mi padre y ella asintió.
Luego la señora se dirigió a mí con una leve sonrisa.
—Pasa tú a hablar con él, yo no tengo problema alguno de que entres primero, solo voy a pedirte un favor… convéncelo de que luche por su vida —su voz se quebró y yo sentí compasión por ella, entendía que su dolor en ese momento debía ser grande.
Yo asentí y caminé detrás de la enfermera, me llevó a una especie de antesala, donde me indicó como debía lavarme y me dio una bata quirúrgica.
Una vez lista, me hizo pasar a la UCI, apenas entré vi a Zachary inerte, conectado a cables por donde quiera y el rostro por completo pálido, no pude evitar el nudo que se me hizo en la garganta, sentí mi corazón encogerse en mi pecho y las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos.
No encontraba palabras para hablarle, no porque no supiera qué decirle, si no, porque no podía hablar, así que solo me limité por un momento a observarlo en silencio, sin poder contener el caudal de recuerdos que inundaban mi mente, la forma en que nos conocimos, la manera en que me protegió, la ternura en su trato hacia mí.
Cerré los ojos con remordimiento, porque desde ese mismo momento debí darme cuenta de que Zachary era diferente, que verdaderamente se había enamorado de mí y que desde allí se había esmerado por hacerme sentir bien, él había sido la mejor terapia en mi vida y por primera vez sentí que aparte dé a mi padre, le importaba a alguien más.
Zachary había sido la mejor terapia no solo para mi cuerpo, mi mente, sino también para mi alma, me había dado razones para confiar, para creer, para continuar, para hacerme fuerte y sentirme valiosa.
Me acerqué más a él y lo acaricié con suavidad, de mis ojos cayeron gruesas lágrimas bañando también su rostro, mi voz se quebró y debí suspirar para continuar hablando.
—Zachary mi amor, primero que todo quiero… decirte que estoy muy decepcionada de mí misma y me imagino que tú… deberías estarlo más, porque no actúe de manera correcta… cuando te escuché hablar con tu hermano… sobre la venganza en contra de mi padre. Debí enfrentarte… exigirte una explicación y sobre todo confiar en ti.
»Me siento responsable de todo lo sucedido… pero es que hay heridas tan profundas en el alma… que por más que uno intente que no duelan… ni sangren, estas están allí, y se lastiman con el mínimo roce.
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