CASADA CON EL SUEGRO DE MI EX. ATERRIZAJE EN EL CORAZÓN romance Capítulo 80

Emma Leyton

Maxwell permaneció allí, parado, mirándome con una expresión que no pude descifrar completamente. Sus labios se movieron, pero yo estaba sumergida en mi propio dolor, incapaz de escuchar una sola palabra que pudiera salir de su boca.

Mi mente estaba nublada por la ira y el dolor. Cerré los ojos con fuerza, apretando los puños, sintiendo la rabia inundarme por completo.

—¡Vete de aquí! ¡Fuera! ¡No quiero verte! ¡Vete! ¡Eres un maldito monstruo! —grité con todas las fuerzas que me quedaban, incapaz de soportar la presencia de Maxwell en ese momento.

Mis emociones se desbordaron, el odio y la tristeza eran demasiado abrumadoras. Me sentí perdida en un mar de emociones encontradas, incapaz de racionalizar o controlar mi dolor. Las lágrimas continuaron cayendo mientras deseaba con todo mí ser que Maxwell desapareciera de mi vista para siempre.

Maxwell Crane

Me quedé frente a Emma, atónito ante sus palabras. No esperaba ser señalado como culpable de nada. Mi expresión pasó de confusión a preocupación cuando vi el estado de Emma, sumida en una tristeza y rabia profundas.

—Emma, yo... —comencé a decir, pero ella me interrumpió con un grito.

—¡No quiero escuchar nada de ti! ¡Fuera de mi vida! ¡Fuera! Deja de fingir que te preocupa lo que está pasando —gritó Emma, con los ojos llenos de lágrimas y una ira intensa en su voz.

Recorrí la distancia que nos separaba, pero Emma comenzó a golpearme el pecho, me daba golpe tras golpe.

—¡Eres un asesino! Ya papá me dijo la verdad antes de morir, que fuiste tú el responsable de lo ocurrido —habló histérica con la voz desgarrada por el dolor.

—¡Ya basta Emma! ¡Cálmate! No sé qué te habrá dicho tu padre, pero yo no soy responsable de nada de lo que me estás acusando —espeté con firmeza, sin embargo, mis palabras no parecieron convencerla y siguió atacándome.

—¡No te creo! ¡Porque eres un cretino! ¡Un prostituto! ¡Te odio con toda mi alma! ¡¡Como quisiera no verte más!! —sollozó con lágrimas en los ojos, se notaba que estaba cegada por el dolor.

Pero no me alejé, aunque me molestaba su manera de atacarme sin aceptar mis explicaciones, no quería dejarla en ese estado de desesperación.

La vi perder las fuerzas y estuvo a punto de caer al suelo con las manos cubriendo su rostro, hasta que yo la sostuve con fuerza, momento que aprovechó a aferrarse de mis brazos y lloró más.

—Me quedé sola… mi papá era mi todo —pronunció con voz quebrada.

Yo la estreché entre mis brazos, mientras le acariciaba con suavidad sus cabellos, inhalando su dulce aroma, me sentí embriagado por su olor, y una parte de mi anatomía se encendió con el solo toque de sus manos.

Sin embargo, no pude evitar sentir remordimiento, porque yo estaba sintiendo deseo por ella al mismo tiempo que no cesaba en su llanto producto de su pérdida.

—No te dejaré sola… y te prometo que vamos a llegar a la verdad de todo, los responsables de lo que le ocurrió a tu padre lo van a pagar —suspiré porque ella se soltó de mí y me miraba con incredulidad—, sé que no tienes razones para confiar en mí, pero prometo dártelas.

Emma me miró con duda, como si no supiera si confiar o no, las emociones se reflejaron en sus ojos, el dolor, miedo.

—¡No te creo! ¡Eres un hombre malvado! —sus palabras salieron entre sollozos.

Su furia me golpeó como un vendaval, pero no podía dejarla en ese estado. A pesar de sus golpes y gritos, la vi destruida frente a mí y al parecer mis palabras no parecían ser suficientes para calmar su tormenta emocional.

La sostuve, a pesar de sus acusaciones, algo en mí se negaba a abandonarla. Necesitaba ayudarla a atravesar este momento, incluso si eso significaba soportar su ataque en mi contra.

—Emma escúchame —le dije enmarcando su rostro en mis manos. Tu padre... su última confesión no es lo que crees. Hay algo más detrás de todo esto, Emma —mi voz era firme, pero llena de empatía.

Sus lágrimas siguieron brotando, el silencio se instauró por un momento entre nosotros. Podía sentir la tensión en el aire, la fragilidad de nuestra situación. No éramos más que dos personas unidas por circunstancias que se nos escapaban de las manos.

Capítulo 80: ¿Por qué siempre debo sufrir? 1

Capítulo 80: ¿Por qué siempre debo sufrir? 2

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