Zachary Hall
Observaba a Thalía dormir en el sofá al lado de la cama, aunque me encantaba tenerla a mi lado, me preocupaba su estado de salud.
Así que me levanté con dificultad, porque quería acostarla en la cama junto conmigo, pero en el momento que iba a alzarlo, llegó mi hermano Michael.
—¿Qué estás tratando de hacer? ¡¿Acaso te volviste loco?! Estás convaleciente, debes estar de reposo, no puedes hacer esfuerzo físico, ve y te acuestas —ordenó con voz severa y yo me quedé viéndolo con enojo.
—¿Es en serio? ¿Desde cuándo le tiras piedra a los aviones? —inquirí—, te recuerdo que el mayor aquí soy yo y puedo darte unos tate quieto para que dejes de usar ese tono conmigo —le dije molesto.
—Ah, no, ¿Cómo quieres que te reprenda hablándote con suavidad? Además, ambos sabemos que eres un terco que siempre te gusta salirte con la tuya. Ahora acuéstate ¿Para qué la quieres alzar? —me preguntó con una expresión seria.
—Necesito traerle a la cama conmigo, la veo incómoda, además, me preocupa que se enferme, ella no se ha querido ir de mi lado desde que estoy internado, y aunque me guste su compañía temo que no le haga bien permanecer aquí —expresé dejando notar mi angustia en mi rostro.
—Deja y yo te la llevo —yo gruñí porque no me gustaba la idea de que otro hombre la alzara y mi hermano me reprendió— ¿Es en serio? Si ella es tu esposa, es como una hermana para mí, así que no debes sentirte celoso.
—Está bien, pero la debes tomar con cuidado, como si fuera el tesoro más grande que cargas entre tus brazos —señalé y mi hermano sonrió.
La levantó y la recostó con cuidado en la cama.
—Es muy joven, se ve delicada… —suspiró Michael—, me alegra que seas feliz, y me sorprende que un hombre tan duro como tú, se haya encontrado una mujer tan dulce como ella —habló mi hermano pensativo.
—No te dejes engañar por su aspecto frágil, Thalía es como un junco por más vientos que la azoten, ella es flexible y siempre se mantiene firme —él asintió y me quedé viéndolo, me di cuenta de la tristeza en sus ojos.
—Michael, ¿hay algo que quieras contarme? —pregunté con preocupación, sabiendo que mi hermano no solía abrirse fácilmente sobre sus propios problemas.
Él desvió la mirada por un momento, como evaluando si debía compartir sus preocupaciones. Finalmente, exhaló profundamente antes de responder.
—Es solo que… Bueno, ha sido difícil para mí. Sarah rompió conmigo, pensé que estaría bien, que podía neutralizar mis sentimientos, pero no fue así, la extraño, la soledad se hace más pesada de lo que esperaba. Ni siquiera sé que hice mal, me pongo a pensar en qué fallé, y te juro que no lo sé. Ver cómo has encontrado a alguien que te hace feliz me hace recordar lo que he perdido —confesó, con un atisbo de vulnerabilidad en su voz.
Me conmovió escuchar su confesión. Michael siempre había sido fuerte, el que mantenía la compostura incluso en los momentos más difíciles. Era inusual verlo así.
—Lo siento, hermano. Siempre puedes contar conmigo, sabes que estaré aquí para ti —respondí sinceramente, deseando poder aliviar su carga.
—Gracias, Zach. Aprecio tu apoyo —contestó con una sonrisa forzada.
Observé a Thalía, dormida y serena en la cama, y luego a mi hermano, con una mirada cargada de preocupación y cariño.
—¿Por qué no te quedas un rato? No tengo intención de dormir aún y tal vez sea buena idea tener compañía por aquí —sugerí, intentando ofrecerle algo de consuelo—, y podemos hablar quizás entre los dos podamos descubrir que pudo haber pasado.
Él asintió, agradecido, y tomó asiento en una silla cercana. El silencio se instaló en la habitación por un momento, pero no fue incómodo. Era reconfortante tener a mi hermano a mi lado en ese momento, compartiendo las preocupaciones y las reflexiones sobre la vida.
Mientras tanto, observé a Thalía con cariño, agradecido por su presencia constante en mi vida, alegre de que podamos ser un refugio de paz y seguridad, para el otro.
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