—¿Qué fue? —Sin volverse, Finnick preguntó con voz fría.
Sin embargo, Fabian no respondió porque reconoció el collar por el que Vivían arriesgó su vida al intentar recuperarlo. Una vez, cuando Mark estaba borracho, se burló de Finnick diciéndole que era una basura inútil y enamorada porque todavía apreciaba un collar de cristal barato a pesar de que Evelyn llevaba diez años muerta. Eso significa que Vivían intentó recuperar el collar por el bien de Finnick. Los celos burbujeaban en él como un caldero desbordado, así que Fabian no quiso responder a la pregunta de Finnick. En su lugar, Fabian sonrió y sugirió:
-Si en verdad quieres saberlo, ¿por qué no se lo preguntas tú mismo?
Cuando Finnick escuchó eso, al fin se fue de verdad porque ya no quería malgastar sus palabras con Fabian.
Finnick volvió a la sala de Vivían y vio que seguía durmiendo profundo. Tenía un aspecto pálido y las cejas fruncidas, como si el dolor de sus heridas la perturbara incluso mientras dormía. Al ver eso, Finnick sintió un fuerte tirón en su corazón.
-Dile a la empresa que no voy a volver estos días. Organiza una videoconferencia si hay algo urgente o solo ven a buscarme -le indicó Finnick a Noah en voz baja.
-Sr. Norton... -Noah se quedó por completo anonadado porque nunca había visto al responsable Finnick Norton eludir su trabajo, incluso después de haber trabajado a sus órdenes durante muchos años.
Finnick ignoró la expresión de asombro de Noah y se acercó a Vivían, luego le acarició con ternura el rostro con sus delgados dedos. Mientras Vivían estaba en el país de los sueños, sintió de repente una mano que le acariciaba con suavidad las mejillas. Era una sensación familiar, así que abrió un poco los ojos y vio un rostro magníficamente apuesto en su estado de aturdimiento. Se puso rígida y trató de incorporarse.
—¿Finnick?
Sin embargo, Finnick le apretó los hombros.
-No te muevas. Solo recuéstate.
Vivían asintió e hizo lo que se le indicó.
-¿Cómo te sientes? —Finnick trató de sonar lo más tranquilo posible, pero un leve indicio de ira aún se deslizaba por sus labios.
Vivían se dio cuenta de que algo andaba mal, aunque no pudo averiguar qué. Frunció el ceño y preguntó:
-Finnick, ¿estás enfadado?
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