Vivian estaba muy agradecida a Finnick porque siempre podía sentir la calidez y el afecto que le mostraba. Había hecho tanto por ella que sus esfuerzos no tenían medida. Vivian se sentía la mujer más afortunada del mundo al ser amada por Finnick. Al crecer, se sintió sola y tuvo una vida dura. Por eso, no sabía lo que era el amor. Cuando conoció a Fabian, pensó que lo que tenía era un amor en el que podía vivir con felicidad. No fue hasta que conoció a Finnick que experimentó lo que era el verdadero amor. Desde el principio, Finnick siempre fue protector con ella. El primer día que se conocieron, le pagó las facturas del restaurante para evitar que fuera humillada. Después, quiso casarse con ella, lo que resolvió su registro como residente de la ciudad. Solo entonces su madre se recuperó de su enfermedad. Además, fueron innumerables las ocasiones en las que la rescató. Por lo tanto, ella sabía que Finnick era alguien en quien podía confiar de por vida. Mientras recordaba el pasado, Vivian abrazó a Finnick por impulso. Su pecho era amplio y cálido, haciéndola sentir cómoda en sus brazos. Podía sentir el calor que emitía y los latidos de su corazón. En ese momento, lo único que quería era quedarse entre sus brazos y olvidar todos sus problemas.
Vivian susurró:
—Finnick, gracias. No es por los diez millones. Es por amarme y protegerme. Gracias.
Finnick pudo sentir cómo se le aceleraba el corazón al ser la primera vez que Vivian le abrazaba por voluntad propia.
«Supongo que ya no está enfadada conmigo».
Sorprendido, se preguntó qué le había pasado a Vivian. Preguntó con un tono suave:
—¿Ya no estás enfadada conmigo?
—Eso fue hace mucho tiempo —respondió Vivian con sinceridad—. Antes de esto, solo sentía que no me respetabas lo suficiente. No entendía cómo podías... tratarme de una manera tan agresiva. No eras nada amable. De hecho, fuiste dominante. Sin embargo, después de pensarlo un poco, pensé que era porque tu ira te abrumaba. Por lo tanto, no puedo culparte del todo por ello.
Finnick enarcó las cejas:
—¿Es lo único por lo que estás enfadada?
Vivian le devolvió la pregunta con una expresión de desconcierto:
—¿Por qué otra cosa debería enfadarme?
Finnick había asumido que ella le daba la espalda porque se tomaba a pecho cómo la veía Fabian. Su suposición le había hecho sentirse molesto. Ahora parecía que estaba equivocado. Finnick esquivó la pregunta de Vivian y respondió con una sonrisa:
—Bueno, mientras ya no estés enfadada, todo está bien.
Vivian continuó:
—En ese caso, ¿también has dejado de estar enfadado?
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Casado dela noche a la mañana