Vivian agarraba y soltaba el teléfono una y otra vez, preguntándose si debía llamar a Finnick. Estaba bastante preocupada por él: «Ya es muy tarde, ¿ha cenado a tiempo? ¿Se enfrentó a algún peligro?», pensaba. Pero como estaba cansada, acabó por dormirse. Y ya era de día cuando volvió a abrir los ojos.
Lo primero que hizo fue comprobar su teléfono. Para su decepción, aún no había ningún mensaje ni noticia sobre Finnick. Como él no estaba en casa esa mañana, Vivian fue a su trabajo temprano. Además, tendría muchas tareas que terminar ese día porque el día anterior se lo había tomado libre.
Por casualidad, se encontró con Fabian nada más llegar. Parecía bastante cansado cuando entró en el edificio. Cuando la vio, le preguntó:
—¿Estás bien? ¿No has dormido bien?
Pudo notar que estaba pálida y con ojeras. Pero Vivian sonrió y contestó con tono amable:
—Bueno, podría preguntar lo mismo sobre ti.
Se quedaron en silencio durante unos segundos antes de mencionar diferentes nombres al mismo tiempo. Ambos se rieron incómodos:
—Finnick...
—Ashley...
Al ver que Vivian parecía querer decir algo, Fabian dijo:
—¿Por qué no vienes a mi despacho un rato?
Ella aceptó y le siguió hasta su oficina. Cuando llegaron, le preparó una taza de café con leche, que era su favorito. Se la entregó y dijo:
—Recuerdo que este tipo de café es el que más te gusta.
Vivian asintió y respondió:
—Me sorprende que aún lo recuerdes.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Casado dela noche a la mañana