El cuerpo de Vivian se estremeció.
—¿La verdad?
Finnick asintió. Y con voz temblorosa, ella preguntó:
—¿No crees que la versión que has averiguado es la verdad?
Vivian miró a los ojos oscuros de Finnick como si buscara algo en su mirada ilegible. Él también la miró. Después de un rato, dijo despacio:
—No creo que seas una mujer que venda su cuerpo por dinero.
«No creo que seas una mujer que venda su cuerpo por dinero». Esas simples palabras fueron como un hechizo mágico, haciendo que se quedara paralizada por el shock. Al observar su reacción, Finnick pensó que su mirada aturdida era bastante adorable. Una sonrisa jugó en sus labios.
—¿Qué pasa?
Solo entonces Vivian se dio cuenta de su vergonzosa reacción. Desviando la mirada, respondió:
—No es nada. Solo estoy un poco sorprendida.
Mientras la miraba fijo, su voz se hizo más grave:
—¿Entonces? ¿Estás dispuesta a contarme, Vivian?
Cuando recordó lo ocurrido aquel año, Vivian palideció. Al notar su rostro ceniciento y sus cejas temblorosas, a Finnick le dolió el corazón de repente.
—Si no quieres, no pasa nada.
—No, quiero decírtelo.
Vivian respiró hondo, levantó la cabeza y le miró fijo con ojos brillantes antes de empezar a narrar:
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