Castigado por su amor romance Capítulo 1350

Cuando Sabrina vio a Sebastian y a Lori caminar hacia el coche de él, riendo y sonriendo mientras tanto, sintió como si un objeto contundente le hubiera golpeado el pecho hasta que su sangre se derramaba por todo el suelo.

Por un momento, estaba entumecida por el dolor. Ella miró tontamente a los dos mientras subían al coche, y continuó mirándolos hasta que el coche se alejó.

Sabía que Kingston debía ser el que conducía. Esto le recordó la llamada telefónica que Kingston le hizo hace dos días. Nunca entendió realmente el significado de esa repentina y rara llamada telefónica. Aunque Kingston parecía un hombre atrevido y alegre, nunca era descuidado.

Ahora, ella finalmente entendió.

Kingston se estaba arriesgando para alertarla del hecho de que Sebastian había cambiado de actitud.

De pie junto a su propio coche, Sabrina se sintió mareada, como si sus piernas no pudieran soportar el peso de su cuerpo, como si hubiera bebido veinte pintas de alcohol.

No sabía cómo llegó al coche, ni cómo arrancó el motor, ni siquiera cómo o cuándo empezó a conducir. En el camino, se sorprendió de que todavía supiera que tenía que mantenerse a salvo.

‘Sabrina’, ella pensó para sí misma. ‘Tienes que conducir con cuidado; no puedes tener un accidente. Tienes una madre que está esperando que la cuides en su vejez. Tienes una hija de seis años que necesita que la críes hasta que sea adulta. ¡Sabrina, cálmate! ¡Cálmate! ¡¡Cálmate!!’.

Sabrina condujo hasta la casa de su madre. Acababa de llevar a su madre a casa hacía menos de dos horas. Y ahora, estaba de vuelta de nuevo.

Su madre ya estaba preocupada por ella, y ahora al ver la llegada de Sabrina, su corazón se hundió en el fondo de su pecho.

Gloria se sorprendió al ver el rostro pálido y sin vida de su hija; incluso sus labios estaban completamente sin color.

Miró a Sabrina, con el corazón dolorido. “¿Qué pasó, Sabbie? ¿Qué pasa? ¡Rápido, dímelo! Llevaré la carga contigo. Pase lo que pase, las dos somos más fuertes juntas”.

Gloria lo sabía, a pesar de que tenía una casa aquí en Ciudad del Sur, un pequeño patio completo con mascotas y los muebles de su casa que valían millones de dólares.

A la primera señal de peligro real, no tenían a nadie en quien confiar. Las únicas personas en las que podían confiar eran ellas mismas.