Castigado por su amor romance Capítulo 237

Mientras no la maten. Mientras ella pudiera vivir.

Pensando en eso, Sabrina dijo tranquilamente: “De acuerdo, hagámoslo entonces”.

“¡Conduce!”, ordenó Selene.

El coche se puso en marcha. Al cabo de una hora, el coche se estacionó frente a la puerta de un establecimiento de lujo, como si fuera un lugar ideal para derrochar dinero. Sabrina siguió a Selene y entró. Una vez empujada la puerta del salón privado, se oyó el sonido de la alegría y las risas del interior del local.

“Lisa, parece que has consignado estos zapatos de tacón del extranjero. Este par es el único en el mundo, ¿verdad?”.

“No, los hice especialmente a medida. El precio fue de 383,838 dólares”.

“Jaja, el tres y el ocho son tus números de la suerte favoritos, Lisa”.

“Bueno, sí, lo son, pero esta falda de línea A tuya tampoco está mal. Parece que también es una edición limitada a nivel mundial. Debió de costar una gran cantidad de dinero”.

“No mucho, unos 100.000 dólares. Con este zapato tuyo podría comprarme dos conjuntos de ropa”.

“Oye, no nos adulemos aquí. Por muy buena que sea nuestra ropa, no se podía comparar con ese brazalete de esmeraldas de la nieta de la familia Shaw. He oído que el brazalete cuesta decenas de millones. Fue un regalo de su abuelo”.

“También, su estilo. He oído que todos ellos fueron traídos desde el extranjero. Su prometido, Sebastian, encontró específicamente a su estilista en el extranjero”.

“Si tuviéramos que nombrar a alguien como la socialité número uno en Ciudad del Sur, debería ser Selene. La gente como Selene tiene una vida tan buena...”.

“Basta, la Señorita Lynn está aquí.”

“Oh, Señorita Lynn, bienvenida, bienvenida. La hemos esperado durante más de una hora, entre rápido”.

“¿Por qué no encontramos unos cuantos vagabundos para ella?”.

“¡Vaya, es una buena idea!”.

Era tan fácil conseguir cosas con dinero. Las pocas damas más famosas de toda Ciudad del Sur estaban dispuestas a pagar, y tardaron menos de media hora en conseguir algunos vagabundos mentalmente inestables de las calles principales de la ciudad.

“¡Sabrina Scott, desnúdate!”, ordenó Selene.

Sabrina no respondió.

“¿Te desnudarás o no?”. Cuando Selene agarró un puñado de cabello de Sabrina y estaba a punto de presionar su cabeza para que se arrodillara, la puerta de la habitación privada se abrió de repente.

“¡¿Quieres morir?!”, rugió la persona que entró.