Castigado por su amor romance Capítulo 256

‘¿Está intentando darme de comer la sopa?’. Sabrina se sintió incómoda con ese pensamiento, pero antes de que pudiera responder, Sebastian ya le había metido en la boca una cucharada de sopa de pescado. Sabrina no tuvo más remedio que comer obedientemente.

La sopa estaba a la temperatura perfecta, lo que la hacía fácil de ingerir. Los sabores estaban bien armonizados, y las rodajas de pescado tenían una textura muy agradable.

Sintió que todo su cuerpo se calentaba cuando la comida llegó a su estómago. También se sintió confundida por la interacción, como si los dos fueran una pareja realmente enamorada el uno del otro, o un marido y una mujer que llevaban años viviendo juntos en armonía.

No pudo evitar sentirse cautivada. Sebastian puso los ojos en blanco ante Sabrina y extendió una mano para tocar su delgado brazo.

“Demasiado delgada”, se burló. “Eres todo huesos. No se puede abrazar en absoluto”.

“...”. Sabrina no sabía qué responder. No fue hasta que Sebastian le dio otra cucharada de sopa que se dio cuenta de algo y se burló para sus adentros.

Este hombre no estaba realmente preocupado por ella. Solo le disgustaba que no fuera abrazable y que no se pudiera vender a buen precio. Sin embargo, por un momento pensó que él se preocupaba por ella. Su corazón se hundió ante la decepción.

‘¿Por qué te decepcionas? Desde el momento en que te trajo del Condado de Ciarrai, te dijo que estabas aquí para pagar tu deuda, y eso es todo’, se reprendió Sabrina en silencio. Sabiendo la verdadera intención del hombre, decidió cumplir y aceptó una cucharada tras otra.

Sebastian incluso soplaba sobre la sopa para enfriarla como si estuviera alimentando a un niño, pero cuando quedaba aproximadamente un tercio de la comida, Sabrina se detuvo y se negó a comer.

“¿Qué pasa?”, preguntó Sebastian disgustado porque ella había dejado de comer.

Acabó terminando la sopa de pescado y dio unos cuantos bocados al brócoli de mala gana bajo la supervisión del hombre, y para cuando terminó, estaba a punto de explotar.

Tal vez fue por el efecto de estar llena, o de haber corrido todo el día y haberse agotado, pero Sabrina nunca se había sentido más cansada. Se quedó dormida sin querer cuando leía libros de cuentos para Aino en la cama.

Aino seguía despierta cuando su madre se durmió a su lado, y la pequeña alargó una mano para acariciar su cabello. Poco después, Sebastian entró sin avisar.

“Apestoso... Apestoso...”. Aino echó una rápida mirada a su madre, y al confirmar que Sabrina seguía profundamente dormida, continuó: “Papito Apestoso”.

“...”. Sebastian miró a su hija sin palabras.