Castigado por su amor romance Capítulo 390

Sabrina no tardó en darse cuenta de que había subestimado lo rápido que era su tren de pensamientos cuando la llevó a su habitación. Habían mencionado a Ryle Poole en el coche después del trabajo y eso se convirtió rápidamente en una discusión sobre si ella tenía un día de descanso durante el fin de semana; solo estaban hablando de intercambiar contactos y el pensamiento del hombre parecía haberse remontado al asunto con Ryan tan pronto como cerró la puerta de la habitación tras él.

“¿Es tu hombre mejor que Ryan Poole?”, preguntó.

“… No lo sé”. Sabrina apenas conocía a Ryan en persona, ¿cómo iba a juzgar si él era mejor o no?

“¿No lo sabes?”. Sebastian sonrió y continuó: “¡Bueno, entonces tendrás que ser castigada!”.

“Tú… eres mejor que él”.

“¿Y quién soy yo?”, preguntó implacable.

“Mi… mi esposo, mi esposo es mejor que Ryle Poole… cien veces mejor”, murmuró Sabrina

El último pensamiento que llenó a Sabrina justo antes de quedarse dormida esa noche fue lo vengativo que era Sebastian. La única razón por la que no mencionó nada cuando estaban en el coche resultó ser que tenía la peor manera de torturar a Sabrina después. Esa noche, Sabrina estaba tan agotada que se durmió profundamente hasta el día siguiente.

Cuando abrió los ojos a la mañana siguiente y vio lo que había delante de ella, Sabrina se quedó una vez más sin palabras al descubrir que no era que Sebastian estuviera concentrado en todo, sino que simplemente tendía a procesar diferentes cosas al mismo tiempo. Ayer habló de joyas y productos de lujo mientras la llevaba a su habitación y ante sus ojos, tan pronto como se despertó, había una caja llena de joyas exóticas junto a la cama.

No se daba cuenta de que su rara demostración de un lado inocente era totalmente seductora cuando se comparaba con su apariencia normal de autocontrol e indiferencia.

Sebastian se movió rápidamente y la inmovilizó debajo de él sin decir nada, y antes de que ella pudiera reaccionar, sus ansiosos labios ya habían descendido y se habían unido a los de ella. No fue necesario decir nada entre ellos en ese momento.

Eran las diez de la noche cuando Sabrina finalmente recobró el sentido. Se zafó de los brazos de Sebastian con el rostro enrojecido y se vistió apresuradamente.

“¡Aino, Aino!”. Abrió la puerta de la habitación y salió corriendo, casi gritando, pero no hubo respuesta de Aino.