Por eso Kingston no usaba guantes durante todo el año. Incluso cuando el invierno estaba en su punto más frío, todavía se negaba a hacerlo. Sin embargo, nunca había esperado que alguien le diera un pequeño calentador de manos.
La amabilidad de aquella señorita había llenado de calidez su corazón.
Él incluso empezó a sospechar. ¿Cómo podría una mujer como esta, quedar embarazada en prisión?
¿Acaso había algo más detrás de todo eso?
¡Kingston se juró a sí mismo que investigaría rápidamente quién era ella y la ayudaría a resolver esta desafortunada situación!
Sin pensarlo, él abrió la puerta del coche antes de decirles a Sebastian y Sabrina: “Señor, Señora, por favor entren”.
Sabrina se sonrojó y sonrió mientras decía: “Gracias”.
En el coche, ella vio como Sebastian abría su computadora portátil para trabajar. Sabrina, sabiamente, no emitió ningún sonido. Después de que regresaron al apartamento, ella le preguntó: “¿Tienes hambre?”.
Sebastian la miró, vacilante. “¿Sabes cocinar?”.
“Sí, siempre que no sea tan complicado, puedo hacerlo, Señor Ford. Si tiene hambre, puedo prepararle algo de comida”. Sabrina se veía muy entusiasmada.
Sebastian estaba sorprendido.
Desde que le compró ropa y le consiguió la computadora portátil, en el corto lapso de dos días, ella parecía haberse convertido en una persona completamente diferente.
No solo era más expresiva, también se veía siempre feliz, como un sol vibrante.
Ella realmente era una chica que se iluminaba con la más mínima consideración.
“Claro”, asintió Sebastian.
Sebastian notó de repente su diligencia y madurez.
Al regresar de la cocina, la chica no se molestó en intercambiar palabras con el hombre antes de dirigirse directamente a su habitación para trabajar horas extras en sus planos.
Sabrina trabajó hasta altas horas de la noche, pero no se sentía cansada.
En un momento dado, se revitalizó, sintiendo de repente como si aún le quedará mucho por vivir. Sebastian había cambiado su trato hacia ella, incluso regalándole ropa y una computadora portátil. Su trabajo también comenzaba a ir bien y tenía a subebe creciendo en su vientre.
Su vida todavía tenía esperanza.
Sabrina se levantó temprano al día siguiente y se dirigió al hospital para visitar a Grace como de costumbre, antes de regresar a la compañía para trabajar. Luego, en la hora del almuerzo, recibió una llamada de Selene.
“Sabrina, quiero verte. Estoy fuera del hospital de la madre de Sebastian. Si no vienes, te arrepentirás”.
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