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CEO, ¡te equivocaste de esposa! romance Capítulo 2

Luciana se apresuró a regresar a casa, en donde, en el sofá de la sala se encontraba sentado un hombre de mediana edad, gordo y medio calvo, que miraba fijamente a Mónica, con una expresión de furia.

—¡Una simple estrellita, y yo te prometí que me casaría contigo! ¿Cómo te atreves a hacerme esperar toda la noche?

Mónica soportaba la humillación, a pesar de que ese calvo, Arturo Méndez, siempre usaba esa excusa para aprovecharse de las mujeres. Aunque realmente quisiera casarse, ¡sería como saltar a un pozo de fuego! ¿Quién se atrevería?

Ella había tenido la mala suerte de que él se fijara en ella. Pero, como sus padres la querían, habían enviado a Luciana en su lugar. Sin embargo, ¿quién se iba a imaginar que Luciana escaparía en el último minuto?

Clara, con una actitud sumisa, dijo:

—Señor Méndez, lo sentimos mucho. Es solo una niña que no sabe lo que hace. Usted es un hombre muy comprensivo, no le dé importancia, por favor —repuso Clara, con una actitud sumisa.

—Por favor, cálmese, señor —añadió Ricardo, cabizbajo y nervioso.

—¿Calmarme? —repitió Arturo, sin poder tragarse esa humillación—. ¡De ninguna manera! Si la señorita Soler, no la voy a obligar, ¡pero prepárense para la bancarrota y para ir a la cárcel!

Tras decir esto, se puso de pie y, lleno de ira, se dirigió hacia la salida. Y, justo en ese momento, se encontró de frente con Luciana.

Arturo se quedó pasmado. ¿De dónde había salido esta chica tan hermosa? Su rostro, completamente natural, tenía unos rasgos exquisitos y perfectos. ¡Era una belleza joven y deslumbrante!

—¿Y tú quién eres, pequeña?

Luciana comprendió de inmediato que ese era el verdadero señor Méndez.

Aunque la noche anterior no había podido ver nada, podía sentir que el hombre con quien había estado era alto, delgado, con músculos firmes y poderosos. Sin lugar a dudas, ¡no podía ser el mismo que se encontraba ahora allí!

Por su hermano, había sacrificado su dignidad y su pureza, ¿y ahora resultaba ser que se había equivocado de persona?

Pensándolo bien, la noche anterior ya había notado que ese «señor Méndez» era un poco extraño… Sin embargo, ahora no había vuelta atrás.

Al ver este encuentro, Clara se apresuró a intervenir, como una auténtica proxeneta.

—Señor Méndez, esta es mi hija menor, Luci. No es por presumir, pero en toda la ciudad no encontrará una chica más hermosa que ella.

Mónica también era bonita, pero, realmente, su belleza no tenía comparación con la de Luciana.

Por eso, aunque Arturo había puesto sus ojos en Mónica, se habían atrevido a enviar a Luciana en su lugar.

—¡Excelente, excelente! —la alabó Arturo, una y otra vez.

Aquello era justo lo que Clara deseaba, por lo que, llena de júbilo, exclamó:

—Señor Méndez, Luci no tiene novio. Quién sabe, tal vez podría tener la suerte de convertirse en su esposa.

—Su apariencia ciertamente está a mi altura, hagamos esto… —repuso Arturo Méndez mientras examinaba a Luciana sin disimulo, cada vez más satisfecho con lo que veía—. Esta noche vendré yo mismo a recogerla. Primero, probaremos. ¡Y espero que no haya más errores!

—Descuide, esta vez todo saldrá bien.

En cuanto el grasiento y gordo Arturo Méndez se fue, Luciana, con el rostro pálido, miró a su padre y le preguntó:

—¿Van a venderme otra vez?

Ricardo abrió la boca para responder, pero su esposa lo interrumpió bruscamente.

—¿Cómo que vender? Te hemos criado hasta ahora, ¿no es justo que hagas algo a cambio? ¡Deberías sentirte afortunada de que el señor Méndez aún esté dispuesto a aceptarte! —exclamó, antes de volverse hacia Mónica para darle instrucciones—: Enciérrala en la habitación. ¡Qué ni se le ocurra escaparse!

—Entendido, mamá.

—¡Papá! —dijo Luciana, apretando los dientes y mirando a su padre con desesperación—. ¡Di algo!

Clara era su madrastra, pero Ricardo era su padre biológico. Y, a pesar de que sabía que era un hombre frío de corazón, él era la última esperanza a la que podía aferrarse.

¿Podría salvarla, aunque solo fuera por una vez?

Sin embargo, Ricardo no le respondió, sino que se dio la vuelta y, una vez más, la ignoró por completo.

—No lo pongas en un aprieto, ¿o es que quieres que papá termine en bancarrota y en la cárcel? —preguntó Mónica, tomándola del brazo—. ¡Vamos!

—¡Suéltame! —gritó Luciana, con los ojos llenos de rabia, y se zafó de Mónica—. ¡Puedo ir sola!

Mónica la siguió hasta el segundo piso, abrió la puerta de la habitación y la empujó dentro.

—Te aconsejo que te comportes —dijo, mirándola con frialdad—. Piensa en Pedro, ¿acaso ya no te importa? No es bueno que su tratamiento se interrumpa por demasiado tiempo.

Dicho esto, cerró la puerta con llave.

Luciana temblaba de ira, pero no tenía forma de desquitarse. No podía desentenderse de Pedro, él ya no tenía ni padre ni madre, por lo que solo le quedaba ella como hermana.

¿De verdad tendría que venderse otra vez?

Pensando en esto, se cubrió los ojos, intentando contener las lágrimas que empezaban a brotar.

—Mamá, ¿qué debería hacer?

Su madre había fallecido cuando tenía ocho años y su hermano apenas había cumplido el primer añito.

Ni una semana había pasado desde el entierro, cuando su padre había llegado con Clara y Mónica, y le había anunciado que casaría de nuevo.

Lo más absurdo había sido descubrir que Mónica era la hija biológica de su padre, ¡qué había nacido dos meses antes que ella! Lo que la había llevado a descubrir que su padre había traicionado a su madre por mucho tiempo.

En ese momento, Luciana entendió que también había perdido a su padre …

—Mamá, si estuvieras aquí, ¿qué harías?

De repente, una idea cruzó por su mente. Luciana se levantó rápidamente y empezó a buscar en los cajones hasta que encontró una caja, la cual sostuvo entre sus brazos, murmurando, llena de incertidumbre:

—Mamá, ya no tengo opciones, no me culpes.

Acto seguido, abrió la caja, en cuyo interior había una pulsera de jade, bajo la cual encontró una nota con una serie de números.

Capítulo 2 1

Capítulo 2 2

Capítulo 2 3

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