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Cicatrices de un Amor Podrido romance Capítulo 5

La noticia de tener un esposo que no recordaba me mantuvo despierta toda la noche. Con el insomnio haciendo estragos en mi mente, decidí llamar a Gabi, mi mejor amiga. Una parte de mí se alegraba de que no se hubiera enterado de mi estado; no quería preocuparla con la gravedad de mi situación.

Sin embargo, cuando la llamada conectó, un dejo de dolor se coló en mi voz.

—¡Vaya! ¿Así que si yo no marco, tú ni te acuerdas que existo?

Más de dos meses sin una llamada, sin un mensaje, sin señales de vida. La ausencia de mi mejor amiga pesaba más que mis huesos rotos.

"¿Qué le pasa? Seguro estuvo en algún lugar remoto haciendo investigación, donde no había señal", pensé, intentando justificar su silencio.

Pero del otro lado de la línea solo hubo un silencio pesado, denso como niebla.

—Luz, terminamos nuestra amistad, ¿ya se te olvidó?

Me quedé helada. Esta revelación me sacudió más que descubrir mi matrimonio. ¿Gabriela Encinas y yo, dejando de ser amigas? Imposible. Yo, Luz Miranda, jamás renunciaría a nuestra amistad por nada en el mundo.

La incredulidad me atenazaba la garganta. Simplemente no podía procesarlo.

Pero Gabi insistió: era verdad, nuestra amistad había terminado.

Todo por culpa de Simón.

Me explicó que mi matrimonio no era el frío acuerdo comercial que yo imaginaba. Al contrario, yo había estado perdidamente enamorada de él, con una devoción que rayaba en la obsesión. Ni siquiera "enamorada hasta los huesos" alcanzaba para describir mi ceguera.

Aún sabiendo que Simón no me amaba, que se había casado conmigo solo por conveniencia y poder, que su verdadero amor era mi hermana adoptiva Violeta, y que por ese amor no correspondido me lastimaba y humillaba constantemente, yo seguía aferrada a él como una náufraga a un tablón podrido.

Me contó que había llegado al extremo de autolesionarme en mis intentos desesperados por recuperarlo. Me había convertido en el hazmerreír de todos; incluso hacían apuestas diarias sobre qué nueva humillación estaría dispuesta a soportar para mantener mi posición y no ser despreciada.

Ella había intentado aconsejarme que lo dejara, pero yo, en mi obsesión, había estado dispuesta a sacrificar hasta nuestra amistad por él.

Después de colgar, me quedé mirando el techo del hospital. El sueño se había esfumado completamente.

...

Pasó otro mes antes de que me dieran el alta. Mi hermano vino a recogerme.

Se pasó la mano por el cabello, incómodo.

—No te enojes porque papá y mamá no vinieron. Ya sabes cómo es Violeta, siempre ha sido tan delicada. Se asustó tanto con todo esto que tiene pesadillas y está enferma. No podían dejarla sola.

Evitó mi mirada mientras continuaba sus excusas.

—Y yo... bueno, apenas tomé las riendas de la empresa. Hay un montón de accionistas que no están contentos, ando más ocupado que un perro con pulgas... De verdad quise venir antes, pero...

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