"¿Así que esto es lo bueno de todo?" Una sonrisa irónica se dibujó en mis labios. No tenía que disculparme y, como bonus, podría evitar ver a esta basura. La vida a veces te da pequeños regalos.
Levanté la mirada, encontrándome con sus ojos fríos. Una sonrisa maliciosa se formó en mi rostro.
—Qué casualidad, no vine a disculparme. Ya me voy.
Me di la vuelta, ignorando deliberadamente el silencio sepulcral que cayó sobre la habitación. Cada paso resonaba contra el piso de mármol, amplificado por el mutismo colectivo.
No alcancé a dar ni dos pasos cuando una mano se cerró sobre mi brazo como una garra de acero. El dolor agudo me atravesó como una descarga eléctrica, arrancándome un sudor frío que me empapó la espalda.
Simón apretó la mandíbula, una vena palpitando en su sien.
—¿Te das cuenta de lo que estás diciendo, Luz?
Sus dedos se clavaron más profundo en mi brazo.
—¡Ya estuvo bueno de tanto drama! ¡Todo tiene un límite!
Un destello de incredulidad cruzó por mi rostro. Después de todo lo que había dicho, este imbécil seguía pensando que solo estaba montando un show. En ese momento, no supe si el que tenía problemas mentales era él o yo por haber estado casada con semejante idiota.
—¿Así que crees que estoy haciendo drama? Bueno, ¿qué te parece si lo ponemos a prueba?
—¿A prueba? ¿De qué hablas? —La voz de Simón tembló ligeramente, un indicio de que presentía lo que venía.
Lo miré directamente a los ojos, saboreando cada palabra.
—Vamos por el acta de divorcio. Ahí veremos quién está haciendo drama.
El silencio que siguió fue tan denso que casi podía cortarse con un cuchillo. Todos me miraban como si me hubiera brotado una segunda cabeza. No los culpaba. La Luz de antes habría preferido cortarse un brazo antes que mencionar el divorcio.
Las risitas burlonas no tardaron en llenar el aire.
Simón torció los labios en una mueca despectiva.
—Si sigues con eso, Luz, te juro que sí me divorcio de ti.
—¡Cuando estés en el registro civil, no vayas a llorar suplicando que no te deje! —gritó alguien desde atrás.
La voz chillona de una de sus lambisconas se alzó sobre las demás.
—¡Simón, ya no le aguantes! ¡Divórciate de una vez!
—¡Sí, Simón, hazlo! ¡A ver si se atreve! Podrías tener a cien mujeres mejores que ella. En cambio esta... ni pagando encontraría a alguien como tú.


Verifica el captcha para leer el contenido
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Cicatrices de un Amor Podrido