Consentida por el Presidente: Mi esposa es un poco dulce romance Capítulo 984

Ellos pasearon hasta la noche y luego fueron a otro restaurante exclusivo para cenar.

Después de la comida, el Señor Donnelly preguntó si querían ir al mercado nocturno o a algún establecimiento de entretenimiento.

Sin embargo, Nell lo rechazó porque se sentía un poco cansada.

El Señor Donnelly no forzó el asunto y los llevó de regreso al hotel.

Aunque él no se quedaba aquí. Como venía a menudo al País T, tenía su propia casa aquí, por lo que pasó la noche allí.

Después de irse, Nell preguntó con curiosidad: “¿Cuándo iremos a la mina?”.

El Señor Donnelly sonrió. “Mañana. Como la mina está un poco lejos de la ciudad, no podremos volver hoy si nos vamos ahora. El lugar es remoto y la seguridad no es tan buena, así que me temo que no es muy seguro quedarse allá por la noche, pero iremos temprano en la mañana y regresaremos por la noche”.

Nell asintió.

Cuando el Señor Donnelly se fue, ella regresó a su habitación para lavarse antes de acostarse para descansar.

Temprano a la mañana siguiente, el Señor Donnelly se acercó y los recogió.

Esta vez, él estaba en una limusina.

El coche era lo suficientemente grande para todos, e incluso tenía un refrigerador y vino tinto. Como el viaje duraba más de tres horas, podían beber un poco de vino y divertirse para no aburrirse.

Dado que Nell estaba embarazada, naturalmente no bebió.

Por lo tanto, Gideon tampoco bebió, y Sean y Cathy tampoco bebieron.

Así que, al final, solo el Señor Donnelly y Jean hicieron un brindis.

El grupo bromeó y rio en el camino. El Señor Donnelly era una persona comunicativa y muy atenta. Les habló de las condiciones y costumbres locales mientras compartía bromas inofensivas con Jean, creando un ambiente muy cálido.

Era casi mediodía cuando el coche finalmente se detuvo.

Cuando salieron del coche, todo estaba desolado a su alrededor. No había nadie alrededor, y con el sol brillando en lo alto, era como si estuvieran en un lugar aislado.

Era la primera vez que Jean estaba en un lugar como este, por lo que no pudo evitar sentir un poco de miedo.

Ella se encogió al lado de Gideon y preguntó: “Señor Donnelly, ¿dónde está la mina que mencionaste? No nos estabas mintiendo, ¿o sí?”.

El Señor Donnelly se rio. “¿Qué estás diciendo, Señorita Leith? Las minas suelen estar ubicadas en lugares bastante remotos. Si estuvieran cerca de la ciudad, alguien los habría descubierto y excavado hace mucho tiempo. Este lugar está un poco lejos, pero ya casi llegamos. Está al otro lado de esa colina”.

Él señaló una pequeña colina frente a ellos mientras hablaba.

Como la colina aún no estaba pavimentada, solo había un sendero por el que el coche no podía seguir adelante y por eso se detuvieron aquí.

Jean miró a Gideon.

Sin embargo, Gideon se volteó hacia Nell. “¿Estás cansada?”.

Nell negó con la cabeza.

“Entonces echemos un vistazo”.

Ella asintió.

Por lo tanto, el grupo comenzó su ascenso por la pequeña colina y se dirigieron hacia ella.

Después de subir la colina, vieron una mina frente a ellos con una cueva debajo, donde decenas de trabajadores trabajaban duro.

Un hombre de mediana edad de ojos penetrantes vio al Señor Donnelly y corrió hacia él.

“Jefe, ha vuelto”.

El Señor Donnelly sonrió y asintió. “Déjame presentarte. Este es el Señor Leith y su esposa, la Presidenta Jennings. Este hombre es el Señor Miller, la Señora Miller y esta es la Señorita Leith”.

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