La obsesión por la apariencia y el enamoramiento realmente pueden ser mortales.
Jimena se contenía, recordándose a sí misma que solo estaba pagando por los errores de su juventud.
"Ya estoy lista, te aviso que manejo rápido", avisó Jimena antes de arrancar el carro y acelerar a toda prisa.
"¡Caray!" Por la arrancada brusca, Orson se tambaleó un poco, agarrándose del cinturón de seguridad mientras dejaba escapar una exclamación sorprendida.
"Jimena, es una pena que no te dediques a las carreras", se burló Orson.
"¡Qué tiene que ver contigo lo que yo haga o deje de hacer!" Jimena estaba molesta con él.
"Solo era una broma, ¿por qué te lo tomas tan a pecho?", dijo Orson con una sonrisa pícara.e2
"Orson, dime de una vez, ¿qué es lo que quieres?" preguntó Jimena mientras conducía.
Ya no quería dar más vueltas.
Él había venido a buscarla en ese día con un propósito, pero en lugar de hablar de cosas serias, solo se la pasaba bromeando.
"Vine para pedirte matrimonio, ¿aceptarías?" Orson se giró para mirar el perfil de Jimena, con una sonrisa burlona en el rostro, pero con una mirada intensa y sincera.
Muchas verdades se dicen en tono de broma.
"¡Ni en tus sueños, Orson! ¿Acaso perdiste la cabeza y olvidaste lo que te dije antes?" Jimena no pudo evitar soltar un taco.
Al escuchar a Orson hablar de matrimonio, su corazón empezó a latir aceleradamente, se sentía agitada y con ganas de insultar a alguien.
No sabía si era por el rechazo o por la curiosidad de saber cómo sería un certificado de matrimonio.
"No recuerdo lo que me dijiste", respondió Orson guiñándole un ojo a Jimena, fingiendo demencia.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Domestícame! Mi pequeña y gran Elia