¡Domestícame! Mi pequeña y gran Elia romance Capítulo 2

Cinco años después.

En la estación de tren de la Capital.

Elia llevaba consigo un montón de paquetes de todos los tamaños, apresurándose. Detrás de ella venían cuatro niños encantadores, que caminaban tambaleándose como pequeños pingüinos. Los cuatro eran muy guapos, atrayendo muchas miradas.

La madre de Elia, Rosalinda Valdez, se quejaba con ella: "Todos los días me la paso ayudándote, trabajando sin parar, sin saber cuándo podré descansar. Tienes una habilidad increíble para tener hijos, en un abrir y cerrar de ojos me diste cuatro nietos. Cuido de ellos todos los días, sin tiempo para salir y divertirme. Mira cómo estoy vestida, con ropa toda rota y desgastada, ¿quién se pondría algo así hoy en día?".

Si la cerda que solían alimentar estuviera viva, no podría haber dado a luz a tantos cerditos. Elia, cargando con un montón de equipaje, también estaba exhausta y respondió: "Mamá, has trabajado duro. Cuando consiga un poco de dinero, te compraré ropa nueva, te lo prometo".

Elia volvió a la Capital para buscar un trabajo que le pagara un poco más, ya que mantener a cuatro niños era realmente difícil para ella y su madre.

Hace cinco años, durante una noche de tormenta, perdió su inocencia. Quería recuperar el colgante para encontrarlo, pero la vieja casa se derrumbó de repente. El lugar donde estaba parada era justo donde se encontraba el agujero en el techo y por eso se salvó de milagro.

Tres meses después, se sorprendió al descubrir que estaba embarazada. Su vida era un desastre, quería encontrar al hombre para que este se hiciera responsable.

Pero el colgante que él había dejado estaba enterrado bajo los escombros de esa casa, supuso que se había convertido en polvo, buscó por mucho tiempo, pero no lo encontró. Sin pistas y sin una clara imagen del hombre, encontrarlo era casi imposible.

Estaba muy triste en ese momento, quería abortar, pero al final decidió continuar con su embarazo, dejar la escuela y volver a casa para tener al niño. Después de eso, tuvo cuatro hijos adorables. Aunque su vida era dura, también se volvió más colorida y abandonó la idea de buscar a ese hombre.

En una ciudad bastante competitiva como la Capital, sin educación, ganar dinero era muy difícil.

Rosalinda parecía muy molesta: "Ni siquiera puedes ganar suficiente dinero para alimentar a los niños, ¿de dónde sacarás dinero para comprarme cosas? Mírame, tengo que cuidar de cuatro niños y llevar equipaje, ¡estoy realmente agotada!".

"Abuela, yo te ayudo con las bolsas", dijo Abel Saurí. Abel era un niño, muy guapo y lindo, pero muy considerado en momentos de necesidad. Tomó la botella de agua que llevaba Rosalinda y la repartió entre sus hermanos, así aliviaría la carga de su abuela.

"Abuela, has trabajado duro, cuando lleguemos a casa te daré un masaje", dijo Joel Saurí con dulzura. Joel era muy hermoso, con unos ojos brillantes y una piel suave. Aunque era un niño, parecía una linda niña.

"Abuelita, yo te masajeo", dijo también Iria Saurí, con sus grandes ojos, largas pestañas y mejillas regordetas, parecía una verdadera muñeca.

"Abuelita, yo te cocino", Inés Saurí dijo con una gran determinación en sus claros ojos y luciendo una gorra de visera, parecía muy guay.

Los cuatro pequeños que acompañaban a su abuela Rosalinda, hablaban con una inocencia y pureza infantil. Al escucharlos, Elia sintió como si su corazón fuera a derretirse por esos pequeños, la sensación de cansancio desapareció al instante, dejando solo un impulso para seguir adelante.

Sus cuatro hijos eran Abel, Joel, Iria e Inés. Sus nombres tenían un significado especial.

Abel y Joel eran los hermanos mayores, Iria e Inés eran las hermanas menores. A lo largo de esos años, siempre que Elia veía las sonrisas inocentes de sus hijos, toda su fatiga desaparecía al instante.

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