CAPITULO 40
Aurora estaba sumergida en una terrible tristeza, sus lágrimas simbolizaban el dolor que le provocaba la perdida de su bebé, y el sentir que había perdido la mitad de su alma.
Romeo decidió que lo mejor era regresar a Luna azul, la manada le daría su apoyo.
—¡No voy a regresar contigo! Quiero regresar al lado de mi padre y de mi familia — ella abrió los ojos enojada, si hubiese podido enterrar sus garras en el rostro de Romeo lo haría, sus ojos destilaban odio.
— Debes hacerlo, eres mi esposa, jamás anularon nuestro matrimonio y sigues siendo mi responsabilidad — Romeo no la perdería, ella era lo más importante y debían superar lo sucedido.
Rogelio decido intervenir, le prometió a Aurora que ella la cuidaría, pero el deseaba buscar sus propias respuestas.
Aurora no tenía dónde ir, si el era declarado su esposo, su padre no la podía recibir de nuevo, Romeo no la dejaría tranquila.
El viaje fue largo y lleno de tensión, era claro que Aurora no deseaba llegar a Luna azul.
—¿Cómo va el embarazo de Isabela?— fue la única pregunta que hizo, Darío respondió con sinceridad, el embarazo de la concubina del Alfa estaba de maravilla.
Aurora limpio sus lágrimas con tanta fuerza que dejó una marca en sus mejillas, se juro en ese momento que no derramaria una lágrima más.
Romeo podía sentir la sensación de distanciamiento, recuperar el amor de Aurora sería su más dura batalla.
Florencia observó todo desde la distancia, desde la lejania de sus celos, cargaba al bebé de Aurora con recelo, pues ese bebé era la prueba que entre Romeo y su hermana existió algo mucho más puro que lo que existió entre los dos.
Pero ahora debía seguir con la mentira.
Pasan los días...
Aurora no sale de su habitación, no quiere ver a Romeo, y mucho menos a Isabela con su pancita de embarazo, le repugna la idea de estar al lado del lobo que ocasionó una serie de desgracias en su vida.
Romeo como cada mañana lleva el desayuno, Aurora lleva días sin probar bocado, siempre que regresa la charola está intacta.
— Mi amor, se lo que estás pasando, pero debes comer, no puedes debilitarte — Romeo la toma de la mano con la única esperanza que algún día regrese su pura nobleza.
—¡No quiero nada tuyo! No sabes lo que siento, pues de saberlo jamás hubieras Sido mi verdugo — Aurora toma la charola en sus manos y la lanza al suelo, en un acto de rabia y de rebeldía.
Romeo toma aire, solo recoge las cosas del suelo en un acto de sumisión.
— Eres mi loba y compañera, lo que sucedió entre nosotros es difícil, pero quiero que sepas que te amo, y que voy a luchar para recuperar lo que nos quitaron — Romeo sentía que su garganta tiembla entre las ganas de despertarla de ese sueño.
— No tienes que luchar, Mi amor se volvió en un terrible odio que crece cada día en mi pecho, eso es lo que siento, pues te recuerdo que fuiste tú quien inicio todo al no creer en mi, al sacarme de tu vida, y condenarme a el exilio — Aurora necesita un foco, alguien con quién descargar la terrible frustración de su pecho, y ese es el.
Romeo abre los ojos, quiere responder algo, pero su garganta no dice nada, la culpa ha invadido su pecho.
— No solo tu perdiste a nuestro hijo, también yo — es lo único que puede pronunciar en medio del agotamiento de sus propios pensamientos llenos de dolor.
— Pero tu tendrás un hijo con Isabela, yo me quede sin nada — Aurora abre la puerta de la habitación, no quiere verlo y le recuerda que si el sigue subiendo la comida, ella prefiere morir de hambre antes de probar un bocado preparado por sus manos.
Noelia, que sonríe al ver la terrible situación de la pareja y se alegra de la muerte del bebé, le recuerda a Romeo que quien ocupará el lugar de Alfa será su primogénito en este caso el hijo de Isabela.
Romeo solo asiente con la cabeza, son las reglas y si Aurora no tiene un hijo de él como legítimo, el Alfa será el bebé que espera Isabela de una noche de copas.
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