—Estoy en el Casino Nube. Sara, trae todo el dinero que tengas contigo —respondió Lucas.
—Tú... —casi tiró el teléfono al suelo. Su furia aumentó cuando se enteró de que su hermano estaba apostando en un casino.
Carmen le arrebató el teléfono y preguntó preocupada:
—Lucas, ¿cuánto les debes?
—¿Eres la madre de Lucas González? Nos debe cinco millones. Ven aquí en una hora con el dinero. Si no, le cortaré las manos. —Le respondió una voz de hombre antes de que se colgara la llamada.
—¡Cinco millones! —Se tambaleó Carmen sorprendida, casi perdiendo casi dejando caer el teléfono.
¿De dónde iban a sacar cinco millones?
—Mamá, te dije que dejaras de mimarlo, pero no me hiciste caso. Mira, ahora tiene problemas. ¿Cómo vamos a conseguir cinco millones para salvarlo? —volvió a tomar su teléfono Sara, muy molesta.
—Sara, Lucas es tu único hermano. Si no lo consiento, ¿a quién más debería consentir? Lo necesito para que me cuide más adelante.
—¿Y ahora qué? ¿De dónde vamos a sacar cinco millones?
Carmen se quedó en silencio. Tras un momento de breve vacilación, se le ocurrió algo.
—Sara, ¿por qué no llamas al Señor Escobedo? El casino liberará a Lucas si nos ayuda —sugirió.
—Incluso si el casino está dispuesto a liberarlo, ¿qué pasa con el dinero? —respondió exasperada.
No tenía intención de pedir la ayuda de Bruno.
—¡Entonces pídele prestados cinco millones! Ya nos había prestado treinta millones antes. Podemos añadir los cinco millones a nuestra deuda. —Le dijo su mamá sin pena.
—Mamá, ¿no soy más que un peón para que consigas más dinero? —gritó Sara, con las mejillas enrojecidas por la ira.
—Sara, de todas formas, vas a ir a ver al Señor Escobedo pasado mañana. Si se lo pides por las buenas, ¡hasta nos prestará cuarenta millones! —exclamó, encantada con su brillante idea.
—¡¿Ah?! —Casi se atragantó de rabia.
—Yo me encargo de esto. —De repente, Alex habló. Había permanecido en silencio todo el tiempo, con el acuerdo de divorcio aún en la mano.
—¿Tú? —Tanto Carmen como Sara se voltearon para verlo, mirándolo con desdén.
—Sara, puedo ayudar a Lucas a devolver los cinco millones que le debe al casino —afirmó Alex con firmeza.
No estaba presumiendo, por supuesto. Cincuenta mil millones no eran nada para él y mucho menos cinco millones.
—¡Cállate! —miró a Alex con el ceño fruncido mientras resistía el impulso de darle un golpe.
Puede que Alex fuera un perdedor, pero nunca había presumido tanto. Es por eso que su odio se había intensificado hacía él.
—Sara, te estoy diciendo la verdad. Puedo ayudarte —repitió.
—¡Basta ya! Cállate si quieres ayudarme —respondió con furia.
—Perdedor, sal de mi vista. Lárgate —apartó Carmen a Alex de un empujón y miró a su hija.
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