El Amor Eterno romance Capítulo 1626

Cuando volví a la habitación, Zachary todavía se estaba duchando. Me senté junto a la cama y cubrí bien a mis hijos con las sábanas.

Cuando Zachary salió del lavabo, se dirigió al balcón.

Saqué el secador de cabello al balcón y vi a Zachary fumando.

Le pregunté: "¿Hay algo que te molesta?".

Sacudió un poco la cabeza y preguntó: "¿Aún no tienes sueño?".

Zachary exhaló un anillo de humo. Conecté el secador al enchufe y le ayudé a secarse el cabello por el lado izquierdo. El cabello de Zachary estaba en muy buen estado y se sentía suave y liso al tacto. No solo eso, su cabello era de un hermoso color negro.

Francamente, todas las partes del cuerpo de Zachary me parecían perfectas. No podía creer que fuera tan bendecida con su buena apariencia.

Le sequé el cabello y dejé el secador a un lado cuando terminé. Luego, lo abracé.

Llevaba su pijama, pero la parte delantera de su pecho estaba ligeramente suelta. Deslicé lentamente mis manos entre su ropa y acaricié suavemente la cicatriz de su pecho.

Era el lugar donde le había dejado la cicatriz. Todavía me sentía muy culpable por haberle dejado esa cicatriz en aquel entonces.

Zachary tenía muchas cicatrices en su cuerpo. Después de muchos años, la mayoría de sus cicatrices más antiguas se desvanecieron y se aclararon. Ya no se veían tan mal.

Sin embargo, tenía muchas cicatrices nuevas que se produjeron en los últimos dos años. Me parecían muy espantosas.

Me resultaba muy difícil imaginar por lo que había tenido que pasar ese hombre en el pasado. Sabía que había pasado por momentos difíciles para convertirse en quien era. También esperaba que pudiera desprenderse de esa carga con el tiempo y convertirse en un hombre libre.

Ojalá pudiera ser solo un padre y un esposo. Sin embargo, no sería tan fácil desprenderse de todo.

Lucas era el mejor ejemplo que podíamos tener.

El mundo era demasiado siniestro. Nunca sería fácil para nosotros conseguir una vida ordinaria y pacífica. Y lo que es más importante, sería difícil mantener nuestra paz una vez que la alcanzáramos.

Ambos cargábamos con enormes responsabilidades sobre nuestros hombros. Teníamos que proteger nuestro estatus.

"No te muevas, ¿sí?".